Política

España suena a chino

La Razón
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Para la generación del «baby boom», lo chino se relacionaba a Fu Man chú y al flan Mandarín, que también tenía algo del malvado, con lo que aparte del chinito de la hucha del Domund, hoy tan políticamente incorrecta como John Wayne, y de Bruce Lee, a quien debemos las clases de judo, los demás eran unos seres nacidos para la tortura o la intriga, he ahí el mayordomo de Ángela Chaning en «Falcon Crest». Luego ya llegó para nuestros hermanos pequeños el oso panda al zoológico de Madrid, que fue la manera hispana de acabar con la guerra fría y el miedo al maoísmo. De ahí, el edificio Wanda.

Los dos mil y pico chinos que han llegado a Madrid invitados por el dueño de su empresa se asfixiaban con el calor forastero de Madrid y no daban crédito a que, siendo tan típico, ya no se use el abanico más que por las flamencas de atrezzo que les recibieron en el aeropuerto. Nadie les había explicado que nos está gustando concentrar el sudor e impedir que fluya aire que ventile nuestras ideas. «Aquí cambian mucho de Gobierno», comentaron a nuestra redactora Belén Tobalina. «Ya quisiéramos tener un Ejecutivo que no esté en funciones», digo yo. Si uno se pone en los zapatos de un chino, nuestra crisis política es ridícula no sólo porque lo sea per se sino porque en Pekín el bipartidismo no está en decadencia. Hay uno solo. Nuestro bloqueo es un entretenimiento más del parque temático que es para ellos España con parada en Las Ventas y en Toledo. «Ven y cuéntalo». Regresarán dos mil y pico de embajadores a relatar la corrida nacional y quién entra a matar, además de llevarse algún «souvenir» de Emporio Armani. Sólo uno entró en un «chino»: «Aquí no hay nada que comprar, hay copias mejores en mi pueblo». Quién podía entender que pedían agua templada, que es su manera de calmar la sed, mientras aquí le daban hielo. Extraterrestres. ¿Y si ET era en origen de la Ciudad Prohibida o de la Carrera de San Jerónimo?

Si estos turistas llegados del confín del imperio representaran al ciudadano medio, concluimos que los nuevos amos del mundo no conocen al presidente de nuestro Gobierno, y sobre los otros tres pretendientes al trono de La Moncloa se preguntan si son familia de Julio Iglesias, sobre todo por el apellido de uno de ellos. Visto así, desde tan lejos nuestra imagen se empequeñece tanto que un oriental tendría que mirarnos por un microscopio. Somos al fin una partícula que se cree un planeta, hormiguitas que debaten sobre si hay que debatir mientras ruge la marabunta. España es un gran país para estar de paso. El número de visitantes crece cada año. Pero empieza a ser tortura china ser español y tener que explicarlo. Dejó escrito Confucio que «si el príncipe es virtuoso, los súbditos imitarán su ejemplo». En este caso nuestros gobernantes, en vez de inventar, podían copiar. Hacerse el chino de antes de la revolución.