Ángela Vallvey

Gula

La Razón
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La palabra deriva de otra latina que significa «tragar». No se refiere, pues, al afán desmedido por comer, sino que incluye la afición máxima por echar para el coleto cualquier cosa, ya sea comida o bebida. Brillant Savarin, en su obra «Physicologie du gout», aseguraba que los que se empachan o embriagan no saben comer ni beber. Pero, desde luego, no puede decirse que no lo intenten... Antiguamente corría el rumor de que la mesa ha matado a más gente que la guerra. Eso se decía en tiempos y lugares que no padecían escasez, claro. Se cuentan historias legendarias sobre individuos víctimas de la gula. Es el caso del granadero Tarare, famoso a principios del siglo XIX por los muy extraños alimentos que devoraba. Se refería que era capaz de deglutir un cuarto buey en 24 horas. Que daba cuenta del almuerzo de 15 jornaleros alemanes, todos ellos con buen saque, y se quedaba tan pichi. Etc. Se extendió su fama porque el tipo, poco o nada escrupuloso, tragaba guijarros y tapones de corcho, o cualquier desperdicio que se le pusiera a tiro de diente. Su dentista debía vivir en un constante estado de shock traumático. El payo sentía predilección por engullir serpientes vivas. Y cositas así. O sea, que más que padecer gula era un omófago digno de hacer borriquerías en un reality show. La Bruyere mencionaba a un fulano al que le criticaba que no tuviera en su vida más que dos ocupaciones: comer por la mañana y cenar por la noche. Salvando el detalle de que lo preocupante hubiese sido si el personaje se hubiera empeñado en cenar por la mañana y almorzar por la noche, señalemos en su cargo que la única diversión que realmente gozaba era la de explicar los platos de las comidas en que participaba, relatando pormenorizadamente los caldos que se sirvieron, los asados y entremeses, menestras y frutas, los vinos y licores que se echó para la andorga... En esto se parecía mucho a algunos personajes patrios, que no sólo hacen el centro de su vida de la comida, sino que además gustan de una manera casi patológica de hablar constantemente sobre lo que comen, han comido y comerán. Porque hablar de comida también es una forma de gula. Una gula por ostentación, por fanfarronería, y por compulsiva manía en la masticación de sabrosas palabras. (Vienen tiempos navideños de gula. Cuidadín).