María José Navarro

Irlanda

«El verdadero héroe de esta historia es la gente corriente». Eso ha dicho el ministro irlandés de finanzas al anunciar en Dublín que el país ha salido del rescate, que abandona hoy domingo el programa de ayuda que pidió en 2010 a Bruselas por valor de ochenta y cinco mil millones de euros. Durante tres años, los irlandeses han sufrido subidas de impuestos, recortes drásticos en los servicios, reducción de pensiones y tijeretazos en el gasto público. Todo ello lo ha conseguido el Gobierno irlandés de coalición pasando con aprobado las doce revisiones a las que su economía se ha sometido. Todo ello lo han logrado los irlandeses aguantando sin perder la alegría. Puede que los habitantes de Gran Bretaña piensen que se trata de un pueblo algo tramposo, pendenciero y poco empeñado en trabajar pero lo que parece claro es que de nuevo Eire, como en otras tantas ocasiones, saluda en la distancia con una sonrisa socarrona. Porque si se trata de sobrevivir, no hay nadie que pueda ganar a un irlandés. Que se lo digan a los millones de rudos pelirrojos que han ido poblando zonas inhóspitas del mundo, lugares agresivos, junglas humanas adversas. Nada más entrar en el rescate, recuerdo haber llegado a Dublín imaginando un panorama sombrío. Recuerdo que regresé ese verano creyendo que ya se notaría en los cambios de humor. Nada de eso encontré. Irlanda ha mantenido las carcajadas, la alegría callejera, la música en cualquier rincón. Tanto es así que hasta el Banco de Irlanda decidió tomarse la cosa con cierta sorna con una campaña navideña cuya imagen era la de un chiguagua con unas ramitas a modo de cornamenta que rezaba «Reno de recesión». Viva Irlanda, oigan.