Alfonso Ussía
JJ OO
Comienzan los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Muchos periodistas y políticos y habladores se felicitan porque llegan, después de cuatro años «las Olimpiadas». En España la incultura se oculta con el plural. «Las Olimpiadas», «Los Mundiales»... La Olimpiada, y a ver si los que se tienen que enterar lo consiguen de una vez, es el período de tiempo que transcurre desde unos Juegos Olímpicos a los siguientes. La Olimpiada, pues, dura cuatro años. Los Juegos Olímpicos y no las Olimpiadas o los Mundiales exigen el plural. Lo comentaba con su voz pastosa y estudiada un conocido comentarista deportivo. «Los últimos Mundiales de Brasil fueron decepcionantes». ¿Cuántos campeonatos se disputaron en Brasil para merecer el plural? Se disputó uno, el Mundial de Brasil. Que ahora repite con Río de Janeiro con sus Juegos Olímpicos, que no con sus Olimpiadas.
El Comité Olímpico Internacional lo conformaban, años atrás, auténticos amantes del deporte. Mujeres y hombres que pagaban de sus bolsillos los desplazamientos a las reuniones en Lausana, sus hoteles y sus comidas y cenas. Los millones de dólares de los derechos de televisión enriquecieron súbitamente al COI, y aquellos señores que además de un cargo soportaron una carga, fueron paulatinamente desplazados en beneficio de los arribistas de siempre. Ahí principiaron los sobornos, los chantajes, los intereses políticos y las envolturas mediáticas. Ya me dirán qué pinta en el COI Alberto de Mónaco, que en los Juegos Olímpicos de Barcelona, al llegar a su hotel , lo primero que pidió fue una «una buena rubia». Y no se trataba de una cerveza. Una buena rubia a cargo del Comité Olímpico Internacional.
Samaranch fue un inteligente hombre del Deporte. Después de su Delegación Nacional de Deportes en tiempos de Franco, consiguió ser nombrado embajador de España en la URSS, cuando se establecieron relaciones diplomáticas al más alto nivel. Lo hizo bien. Para España y para él. Se granjeó la confianza de los países del Este y con sus votos conquistó la presidencia del COI. Barcelona en particular y España en general le deben mucho al inteligente barcelonés del régimen anterior que evolucionó hasta el sentimiento democrático de toda la vida. De ahí la injusticia grosera de la Colau, que ha borrado su nombre del monumento que recuerda a los inolvidables e inolvidados Juegos Olímpicos de Barcelona, los mejores junto a los de Sidney de toda la historia del Olimpismo. España se volcó con Barcelona. Juan Antonio Samaranch era un hombre conciso, directo y con un enorme poder en el sol y en la sombra. Dominaba el tinglado. Su esquina más extravagante era su manera de comer. Lo hice junto a él en Lausana en un almuerzo que ofreció Don Juan a quienes le habíamos acompañado a exhumar los restos mortales de su madre, la Reina Victoria Eugenia, y de sus hermanos, Don Alfonso y Don Jaime, para retornarlos a España. A la derecha de Samaranch se sentó Guillermo Luca de Tena, que también observaba con asombro la habilidad del presidente del COI para partir los guisantes con un cuchillo, acomodarlos en la pala e introducirse el cuchillo en la boca con precisión de número circense. La gente no para de ofrecer sorpresas. A mí me confesó entre guisante y guisante que en Pedralbes se pasaba mucho más frío que en Moscú. «El frío de Moscú es seco, y el de Barcelona se mete hasta los huesos»; «pero en Barcelona no se alcanzan jamás los 30 grados bajo cero de Moscú». «Eso es un tópico», remachó mientras se tragaba el penúltimo guisante.
Río de Janeiro sobornó y una mayoría del COI se dejó sobornar. A las enormes dificultades económicas que Brasil padece, se ha sumado el Zika, con un mosquito que pica con malísima intención. El voto de Alberto de Mónaco fue para Río, y Madrid se quedó con las ganas. De haber vivido Juan Antonio Samaranch, Madrid sería ya ciudad olímpica, pero se cometieron muchos errores en las candidaturas de 2012, 2016 y 2020. Se trató a los miembros del COI con generosidad y hospitalidad, pero no volaron sobres a los bolsillos de sus excelencias. Río de Janeiro ganó, y está por ver cómo termina la historia. Es de esperar que bien, y con algunos éxitos de los deportistas españoles. Así que comienzan los Juegos Olímpicos de Río, y llegará al hotel Alberto de Mónaco, para pedir que le suban a la habitación «una buena morena». Tampoco será cerveza.
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