Real Madrid

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La flauta

La Razón
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Sin encanto, sin más atractivo que una sucesión de nombres prometedores, obnubilados, sin rumbo, desajustados. Algo pasa con el Madrid, sin identidad, sin ángel, irreconocible; atollado en una oscura ciénaga que no ofrece otra salida que la épica, ahora inexistente. Es como si a Zidane, vacío de recursos, de un mes a esta parte le hubiese abandonado la suerte. Caminaban sus reservas hacia un triste empate cuando en el minuto 89 Asensio apareció por primera vez para rematar el primer centro de Theo en su primera incursión por la banda. El gol encarrila la clasificación, pero no oculta los problemas.

«Esto es Butarque», advertía una pancarta, como si fuera Anfield. Pretendía amedrentar al Madrid, tan cohibido que no necesita un empujón para agacharse. La depresión de la primera unidad ha contagiado a la segunda. Los que se sienten titulares indiscutibles, caballeros feudales con derecho a pernada sin necesidad de mostrar credenciales, han inoculado el veneno de la pasividad a quienes deberían discutirles el puesto. Los unos, acomodados, desfondados, y los otros, sin alma ni carácter, «tragaminutos».

Ni un detalle, ni un disparo que exigiera la atención del portero Champagne hasta el error garrafal de Rubén Pérez que Kovacic lanzó fuera a unos pasos de la portería. Y nada más en la primera parte, salvo dos sobresaltos, el que no apreció el árbitro cuando Carvajal derribó a Beauvue que se iba solo –hubiese sido falta, tarjeta y mucho peligro–, y la lesión muscular de Vallejo a los 13 minutos. Demasiado poco para un partido de Copa, pero el Leganés tenía un plan más ambicioso que el de su rival, que lo fiaba todo a que sonara la flauta. Y sonó.

Antes del descanso no se amilanó el Leganés, después tomó la iniciativa. Rozó el gol con Beauveu y un despeje de Llorente lo rechazó el larguero. ¡Qué susto! Desolación total. Marcó Asensio y salvó los muebles. No hubo más.