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Julián Redondo
La inquisición
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No tiene derecho Vicente del Bosque a equivocarse ni siquiera en cuestiones tan subjetivas como la elaboración de una lista que permite opiniones y matices. Que haya ganado con España un Mundial y una Eurocopa no le exime de los malos pensamientos de gente que, en el argumentario de «Los Serrano», tiene la mente sucia. El descarte de Arbeloa entre los 30 premundialistas permitió que los defensores del madridismo que inventó Mourinho, no el que sembró don Santiago Bernabéu –hoy se cumplen 36 años de su muerte–, enseñaran la patita y desempolvaran la inquisición. Una vez alumbrados los 23, el ataque ha sido frontal y pretenden hacernos creer que Del Bosque se ha hecho socio del Atlético, duerme con la camiseta del Barcelona y es antimadridista por prescindir primero de Arbeloa y luego de Carvajal e Isco. En este caso ni siquiera sirven aquellos versos de Antonio Machado: «Españolito que vienes /al mundo te guarde Dios. / Una de las dos Españas / ha de helarte el corazón». No hay dos Españas, son unos pocos, más ruidosos que la mascletá, que aguardan el batacazo de la Selección para sacar los tanques a la calle. El objetivo: Del Bosque, el antimadridista. No le salvan ni los antecedentes. Tiempos en que don Santiago, en aquel Seat 131 que conducía el inefable Valencia, se acercaba cada mañana a la Ciudad Deportiva y conversaba con los tres periodistas que a diario cubríamos la información del Madrid: Miguel Miró, de «As», Domingo Trujillo, de «Marca», y servidor, del «Ya». Alejados del proselitismo, imperaban el cariño y el respeto que trascendían de cada personaje: Legido, entrañable masajista de piernas combadas y nariz de boxeador que afinó los músculos de todos los hexacampeones de Europa; Loren, el utillero que lustraba las botas, preparaba las equipaciones y sacó mi primera tarjeta de embarque; los doctores Pruden, López Quiles, Herrador y Cadenas; Andrés Madrigal, Luis Velerdá y Antonio Acedo; Raimundo Saporta, Antonio Calderón, Agustín Domínguez, Luis de Carlos, Emilio Riñón o Muñoz Lusarreta; Molowny, Pirri, Benito, De Felipe, Velázquez, Juanito, Gallego, Isidro, Camacho, San José, la «Quinta», Santiago de Julián, Miguel Malbo, Magdalena, Trigo, Julio y Eduardo Casabella o José Luis López Serrano. No era difícil descubrir un club enorme, grandioso, antes de que le colocaran la escarapela de mejor club del siglo XX, y del que también formaban parte Emiliano, Ferrándiz, Cabrera, Luyk, Brabender o Corbalán. Nombres y más nombres legendarios que se sentirían –los vivos lo sienten– abochornados por esa corriente de intolerancia que no representa ni al Madrid ni a los valores que siempre defendió Del Bosque.
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