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Francisco Rodríguez Adrados

La nueva ley de educación

Es magno el caos de interpretaciones, con frecuencia ignorantes o interesadas, en este campo. Por ejemplo, han dejado solo al PP para la aprobación de la Ley Wert. ¿Tan mala era? Creo que tiene cosas buenas y que en varias el ministro ha varias veces rectificado. Y que de los resultados que recoge el informe Pisa es inocente Wert, vienen de planes anteriores. Los culpables son, ante todo, los que crearon aquellos planes (socialistas y pedagogos) o no los demolieron (el PP). Todo ese vocerío de la izquierda, desde la más encopetada a la que pesca en ruin barca, y el de sus aliados (los profesionales del follón, los separatistas, etc.) no es más que política (en el peor sentido): la de oponerse a todo lo ajeno, la del «nosotros y no ellos». Daño infinito ha causado y causa.

Entonces, que no echen todos los balones fuera ni pongan cara de inocencia, que se bajen del burro alguna vez que otra. Recuerdo a aquella ministra que, ante otro informe Pisa, dijo que el presupuesto era el culpable. Yo contesté con un artículo, «El presupuesto no es culpable» (ABC 16-12-2004).

Eran ellos: los culpables eran los legisladores socialistas (y sus asesores pedagógicos) y el PP que no pudo o quiso desmontarla, era peligroso. Ya se ve, que se lo cuenten si no al Sr. Wert.

Hay que repetir la crítica de esa funesta ideología, parece que los más no se han enterado. Consiste, en breves palabras:

En que entren en la Enseñanza Media todos, sin exámenes. En que sigan en ella eternamente todos, hasta los diecisiete o dieciocho años, los que tienen capacidad y vocación y los demás, que no aprenden, pero estorban. En que cuántos menos contenidos mejor («para enseñar latín a Juan, importa más conocer a Juan que saber latín». En la enseñanza como juego, la guerra a la memoria, que el profesor se limite a responder a las preguntas del alumno. Y no suspenda, a ser posible («el que se suspende a sí mismo»). Fuera las materias y los exámenes difíciles. Escapes varios: opcionales, etc.

Buscan (y a veces consiguen) convertir en primaria la Enseñanza Secundaria y en secundaria la universitaria (gracias al nuevo invento, eso de Bolonia).

Bien, quizá así sea más cómodo, pero que no se quejen de los resultados.

Sí, claro, había a veces enseñanza rutinaria, se ha hecho mucho para mejorarla. Sí, pero la memoria es necesaria: sin conocimientos, malamente se puede razonar. Los fallos que haya habido no justifican demoliciones. Recuerdo que el ministro Villar, que inició las reformas, me dijo que su aversión al latín venía de que había tenido un profesor malo. Mejoremos los profesores, no destruyamos la enseñanza.

Debemos, al contrario, mejorarla con ayuda de los profesores de cada materia. No obliguen –y es un ejemplo mínimo– a los licenciados en Clásicas a cursar masters pedagógicos impartidos por pedagogos que no distinguen la alfa de la beta.

Fuera los ideologismos, la enseñanza es para aprender cosas. Profesores competentes, seriedad, vocación, eso es todo. Exámenes razonables. Y aprobar y suspender a quienes lo merecen. No obligar a nadie a seguir más allá de sus capacidades ni acudir al recurso de rebajar los niveles.

Volviendo a esta nueva reforma, opino que las bases son buenas: reducir el libertinaje educativo, el todos adelante, el rebaje de materias difíciles y de exigencias, el reducir el Bachillerato a dos años (el más corto de Europa, nadie se ha atrevido a ampliarlo). En qué medida eso se logrará con esta ley, ya se verá. Pero mi experiencia es que en puntos importantes se ha rectificado. En exigencia y en exámenes.

Otra necesidad cultural es acabar con la guerra a las Clásicas, por ellas comenzó la enseñanza. Cuando el Ministro al fin nos recibió, la cosa mejoró en este punto. Y no pedíamos otra cosa sino que nos dejaran vivir, que no hundieran lo que trabajosamente habíamos creado. En el primer borrador, el Griego ni era mencionado.

Sin duda, en el comienzo, no se tenía información suficiente. Les sucede a casi todos los políticos, su mundo es diferente. Una salida a base de tópicos, transigencias y rebajas no es una salida. Y hay que legislar para el bien de todos, no para la galería, nunca se la convencerá.

Arrasarlo y banalizarlo todo no es una política. Vean a los que quieren reformar la Constitución: tras ningunearla largos años, ahora quieren cambiarla, más poder autonómico, separatismos a la carta. Nada de «indisoluble unidad» ni de artículo 155 (por lo demás nunca aplicado). No reformen tanto, dejen que vivan España y una enseñanza digna y común.

Creo, para resumir, que la Enseñanza debe ser apoyada y reforzada. La degradación de sus valores, el gran «experimento» desde el año 70 por lo menos, no es aceptable. En cuanto a la Reforma Wert hay que esperar para opinar, no hostilirzala por puro prejuicio. Propone cosas valiosas y ha renunciado a varias actitudes o demagógicas o desinformadas.

Se podría haber ido más allá. Veremos. En una cosa sí que disiento y se lo dije al ministro: dejar que un modelo nacional se rebaje aquí o allá al gusto de autonomías y de centros, no es en absoluto prudente. De esto, hay experiencias. Se lo dijimos al ministro.

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