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Alfonso Ussía
La O por la E
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Creo, y lo escribo con la mayor sinceridad, que la capacidad para la equivocación de Pedro Sánchez es insuperable. «Se abrazó de niño al error y sólo la muerte pudo separarlos», como dijo Sam Snowden de su primo James Snowden, trapecista del Circo de Sussex. La muerte, el punto final de sus íntimas relaciones con el error, se produjo, precisamente, por un error más, el definitivo. Le lanzaron el trapecio, calculó mal, no encontró la barra y se pegó el morrón.
Nada más lejano a mi intención que loar al defenestrado Carmona. Ha supuesto una gran decepción para los que creímos en sus buenas intenciones. Pero Pedro Sánchez olvida que el desastroso resultado del PSOE en Madrid no es responsabilidad única de Carmona, sino también de Sánchez. Exceptuando en Andalucía, el PSOE ha pisado de nuevo moquetas en muchos ayuntamientos de España por apoyar a Podemos o sus marcas camufladas. Un nuevo y peligroso error del hermoso Sánchez.
Sánchez puede quitarle la portavocía del PSOE en el Ayuntamiento al desdichado Carmona, pero carece de potestad para obligarle a dejar el escaño. Me consta que soplan galernas cabreadas por los espacios que los socialistas ocupan en Cibeles. Y todo es posible. ¿Se figuran al PP, Ciudadanos y unos concejales díscolos del PSOE planteando una moción de censura a Carmena en beneficio de Carmona? La O por la E, suma de votos y el bastón municipal de la Villa y Corte que cambia de mano. Se han visto situaciones mucho más extravagantes. Esperanza Aguirre sabe que el PSOE no acepta que ella, ganadora en las elecciones, sea la alcaldesa de Madrid. Ahora le toca el turno al PSOE de averiguar lo que piensa hacer Esperanza Aguirre. Sería interesante llegar hasta el fondo de la cuestión. En pocas semanas se ha demostrado que los de Carmena y Rita Maestre son una calamidad. Carmona también puede ser una calamidad, pero más encajada en la inteligencia. Y Sánchez quedaría con el traspuntín al aire. Me cargo a Carmona como portavoz, Carmona se enfrenta a mis mandatos, y encima termina de Alcalde de Madrid a pesar de sus malos resultados.
Carmona es un personaje muy complicado de conocer. Florece y pincha, como las rosas. Forma parte del submundo de las tertulias de las cadenas de televisión que tanto han contribuido al desbarajuste actual. Su voz en el Ayuntamiento apenas se oye, pero en las tertulias y los debates deleznables, no se maneja mal. Da la imagen de hombre sosegado y culto. Nada le gustaría más a Carmona que intentar suceder en la mitología municipal al Viejo Profesor. No está en su mano conseguirlo, como tampoco estaba en manos de Manuela Carmena acceder a la Alcaldía. Con el sistema electoral que padecemos los españoles, sólo la mayoría absoluta asegura un porvenir de cuatro años. Sin mayoría absoluta, todos están en manos de los otros, y se ha alcanzado un nivel de barullo en Cibeles que ha devuelto al PP y a Ciudadanos la llave del despacho principal. Si Sánchez ordena –nueva equivocación–, mantener en el poder a la necedad populista, Carmona no obedecerá. Y con Carmona, algunos de los suyos, muy pocos, pero que serían suficientes para arrebatar el poder municipal a Rita Maestre y llevar a la oposición a la tía del Presidente de Ifema. Es cuestión de sumar.
Se viviría en Madrid un tiempo divertido de desconcierto. Se mantendrían los nombres de las calles y las concejalías de distritos recuperarían la higiene del servicio público. Algo habría que hacer con el sobrino, pero no tendría problemas si la buena voluntad imperase. Aquel debate en el Congreso durante la Segunda República en torno a una nueva ley de educación. Y la queja en pregunta de un diputado adverso a la letra de la ley. «¿Qué será de ellos, qué haremos con nuestros hijos?»; y el jabalí defensor de la ley que le responde: «De momento, al suyo, al hijo de Su Señoría, ya lo hemos hecho subsecretario». Cambien hijos por sobrinos y el desagradable embrollo quedará zanjado.
Pedro el Hermoso cree que la autoridad y el respeto se adquieren con la depredación de los suyos. Un nuevo error. Bordea el precipicio. El PSOE se derrumba y se entrega al populismo, y Pedro el Hermoso saca pecho. Podría ser que todo se mantuviera igual, pero la posibilidad de cambiar la O por la E se ha hablado, se ha apuntado y existe.
Hoy gobiernan en los ayuntamientos individuos con un porcentaje de votos menor que el del peculiar Carmona. Los rumores están servidos y las intrigas, crecen.
Uff.
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