Samanta Villar

Los hijos

La Razón
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La periodista Samanta Villar ha sido madre de mellizos mediante la ovodonación. Es decir, entiendo que otra mujer le donó los óvulos porque, quizá por su edad o por alguna patología, no era posible a sus cuarenta y un años tener niños de manera y forma al uso. Samanta Villar ha compartido su experiencia a través del libro «Madre hay más que una» para romper los tópicos y los tabúes que hay alrededor de la maternidad y de las donaciones como la que ella experimentó. El libro viene inevitablemente asociado a la cuarta temporada de un programa de televisión que relataba paso a paso cómo había sido su embarazo de Damiá y Violeta. Independientemente de cómo funcionan los centros que se dedican a este tipo de prácticas contra las que no tengo nada que añadir, es cierto que la sensación que puede tener Samanta es que sus hijos pueden ser de una estudiante que ha acudido todas las veces posibles a donar y que la consanguinidad no está de ninguna manera controlada. Bien, pasado este episodio y sus entendibles debates morales, Samanta ha querido denunciar que la maternidad no es el estado perfecto, que puede que no te haga más feliz, que tendrás menos tiempo para ti, que leerás menos, que viajarás menos, que todo tu esfuerzo estará volcado en esa criatura o criaturas y que tu cuerpo, tu estabilidad, tu vida con la persona con la que elegiste estar, se verá mermada. Eso nadie te lo explica, pero se supone que ya lo sabemos. Hay dos maneras de aceptar la maternidad. Una es la de saber que todo va a cambiar, no siempre para bien, y que eso te compensa. O no. Otra es pensar que los hijos van a aumentar tu felicidad, cosa que no siempre se cumple, pero puede llenarte. O no. Cualquiera es legítima y respetable. Servidora, que eligió hace mucho tiempo no tener la necesidad de parir hijos y que estuvo a punto de claudicar por amor, vio hace poco cómo ese antiguo novio le reprochaba no haberle dado un hijo. Era mentira: cuando él quiso, yo ya no podía. Que un hombre no tenga hijos es una ventaja social. Que una mujer no los tenga es una sospecha. Por eso, entiendo que Samanta no lo haya procesado de la manera en la que nos han enseñado a las mujeres a procesarlo. Por eso quiero decirles que me importa un huevo lo que piensen.