Julián Redondo

Los vicios del fracaso

Ahora que la pesadilla ha terminado y que la Selección ha dejado atrás a la desagradable torcida brasileña, con la mente fría y el corazón caliente es momento de tomar decisiones, aunque sean drásticas. Si a Jordi Alba hay que bajarle los humos para domar ese espíritu matonil que le pega como a un cura tres pistolas, pues habrá que hacerlo. Y será preciso recuperar el buen tono y la disciplina de un grupo que se caracterizó por su buen gusto dentro y fuera del campo. Es lo que levantan las derrotas, ampollas que hay que explotar antes de que se infecten. Y es menester aclarar confusiones, como hicieron Villa y Del Bosque en la conferencia de prensa posterior al finiquito. ¿Ha pasado «El Guaje» página en la Selección? Sí, salvo que vuelva a ser convocado, asegura él; luego no. Si la relación entre Del Bosque y Cesc hubiese estado tan deteriorada, ¿habría jugado contra Australia? ¿Y tan bien? En cuanto al regreso, lo malo no es que Cesc, Piqué y Costa se hayan quedado donde van a pasar las vacaciones, que es comprensible ahorrarse 20.000 kilómetros de avión, lo peor es que ni los que llegaron al Adolfo Suárez ni al Prat atendieron con la debida cortesía y cual era su obligación a quienes les esperaban para homenajearles a pesar del ridículo en partido y medio y la consiguiente eliminación. Más. Si Xavi y Piqué se borraron, hay que comprobarlo. Lo saben ellos y el entrenador. Cuesta trabajo creerlo de dos jugadores que lo han dado todo por esta Selección, de uno que forma parte del futuro y de otro que ha escrito las letras más brillantes del pasado. Pero, claro, hay que hablar, ¿más de lo que lo hicieron los capitanes Casillas y Xavi antes de estrellarse contra Holanda? Es la rémora de los fracasos, que envician. Por cierto, ¿también será un vicio esa manía de Luis Suárez por morder? Y van tres.