Alfonso Merlos
Míster cansino
El mundo al revés. ¿Qué le pica a Picardo? ¿Que Gibraltar carezca de aguas internacionalmente reconocidas? ¿Que la colonia sea un vestigio único en Europa para vergüenza y estigma de quienes la ocupan ilegalmente o los que tienen allí muchos y muy sucios negocios? ¿Que la Guardia Civil haga lo que tiene que hacer para combatir por tierra y mar a narcotraficantes del peor pelaje? ¿Que delincuentes de la más baja calaña usen ese territorio históricamente usurpado como madriguera?
Cuando uno va a contracorriente, cuando es un provocador nato (lo lleva en su sueldo), cuando su obligación es dar la matraca (verano sí, verano también), todo el veneno que puede destilar resulta previsible, está calculado y descontado. Y aun así, las agresiones verbales y los ataques falaces no pueden quedar sin respuesta. Porque no es el Gobierno de Madrid el que tiene mucho que tapar en agosto, sino el instalado contra el Derecho en el Peñón el que tiene mucho que ocultar durante todos los meses del año: hay que meter bajo la alfombra las formas más nauseabundas de lavado de dinero. Y la tarea no es fácil. Es tanta la porquería que la moqueta se levanta y hace arruga, y apesta.
En efecto, lo que tendría que hacer este individuo cuya responsabilidad política está exactamente a la altura de su estatura ética está claro: explicar por qué los malhechores cuando llegan a su puerto gritan «casa». ¿Cómo es posible que alguien que dice tomarse en serio la persecución de los narcos sea considerado por estos pájaros un formidable anfitrión? Explíquelo, señor Picardo. Y, al tiempo, haga de una vez por todas que el suelo sobre el que no debería mandar deje de recibir el abono del contrabando y la corrupción.
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