Ángela Vallvey

Niza

La Razón
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He intentado buscar calificativos para el asesino en serie de Niza, para tantos verdugos idiotas que, como él, matan escudándose en un «mandato divino», pese a que deben sospechar en el fondo de sus almas (en caso de tenerlas) que no puede existir Dios que los perdone ni ser humano decente que defienda su injusticia, su maldad pura y dura. Son irrisorios: de no ser porque ejecutan indiscriminadamente, no producirían terror, sino risa, y lástima. «Fantoche» es una palabra que puede definirlos: «persona grotesca y desdeñable. Sujeto neciamente presumido. Persona vestida o maquillada de forma estrafalaria. Muñeco grotesco frecuentemente movido por medio de hilos». Esta palabra describe cabalmente a esos tarados que mueren matando mientras profieren alaridos que, no sé si avergonzarán a su Dios, pero que desde luego abochornan y enfurecen incluso a todos los habitantes del viejo Olimpo clásico. El aspecto de estos asesinos es ridículo, por dentro y por fuera. No son más que delincuentes de poca monta, fracasados peinaovejas que viven un paroxismo de sangre, casi siempre mientras están drogados hasta el tuétano. Su misticismo se reduce a servirse de la violencia, como hacen todos los cortos de entendederas que además son maléficos, ruines, bajos. Son muñecos cuyos hilos mueven otros: los ideólogos, más viejos y precavidos, atrincherados en la seguridad de sus cuevas, porque en realidad no han abandonado las cuevas todavía, a pesar del avance que han traído los milenios. Cagarrutas pseudoteológicas que han perdido la batalla por la supremacía de la historia, de la razón. Acomplejados milenarios. Productores de snuff-movies. Abantos bebecharcos del desierto, el cual no debieron abandonar nunca. Ridículos escornacabras, siendo que las cabras se hallan varios peldaños evolutivos por encima de ellos. Viven en la letrina del mundo. Fuera del retrete filosófico, están perdidos, aislados, castrados. Son ovejos drogados que se esnifan el polvo blanco del fundamentalismo de la destrucción. Son los novios de la muerte que violan muchachas en el desierto, disfrazados de pintamonas con fusil. Tratan de sustituir su «virilidad» por pistolas para matar niños, lo que demuestra que poseen la misma «hombría» que las sanguijuelas del légamo. Son los herederos de Hitler, que tenía los mismos objetivos que ellos. Islamofascistas. Los nuevos nazis, la mugre de siempre. ¿Con qué sustantivos, epítetos, adjetivos, epígrafes, atributos... se los puede definir? Las palabras se escapan: ni siquiera ellas quieren encargarse de una tarea tan miserable como ponerles nombre a estos criminales infectos.