Los enemigos de la recuperación de España

Perdidos en la noche

Son jóvenes. Prefieren la calle y la noche. Están perdidos en la larga noche de piedra de la que habla Celso E. Ferreiro. Esta estampa tremenda sucede en una calle de Barcelona en medio de la larga noche de la Cataluña estelada. Visten de oscuro y van encapuchados. Destruyen lo que encuentran a su paso, porque necesitan hacerse notar y salir en la prensa y en los telediarios. Ser algo por un día. Imitan la kale borroka en sus gestos, en sus gritos y hasta en su vestimenta. Toman como pretexto lo de Gamonal –el nombre suena directamente a explosivo, aunque en el diccionario significa, en algunos lugares, casualmente «cacique político»–, donde la revuelta se ha salido con la suya; pero podría servir para la explosión cualquier otra mecha. Los malpensantes les llaman descerebrados, y de todo habrá en este asalto callejero, aunque ese calificativo habría que matizarlo un poco. Su voluntad destructora parece más bien fruto de su frustración existencial. Están desesperados. A ellos no les han llegado ni de lejos los efectos de la incipiente salida de la crisis. Al contrario, son conscientes de que pertenecen a una generación que, por primera vez, no alcanzará el nivel de vida de sus padres. Y actúan a la desesperada. Como dice el pensador Zygmunt Bruman, autor de la «sociedad líquida» y premio Príncipe de Asturias, todas las revoluciones totalitarias, de izquierda o de derecha, son producidas por la inteligencia sin futuro, la inteligencia sobrante. Llegado el momento revolucionario, esta frustrada inteligencia sobrante acaba destruyéndose a sí misma y destruyéndolo todo, como salta a la vista en esta muestra deplorable. Y sobran los ejemplos históricos con oscuras montañas de cadáveres. Puede que, incluso para la gente de la calle –incluso de esta calle barcelonesa– la libertad siga siendo más importante que la seguridad, pero todo el mundo sabe a ciencia cierta que sin seguridad no hay libertad que valga.