Restringido

Por sus obras los conoceréis

La Razón
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El Torneo del Toro de la Vega, que tiene su origen en la Edad Media, siempre ha estado marcado por la controversia, incluso allá por los años cincuenta, en plena dictadura se llegó a prohibir la muerte del animal. El torneo consiste en conducir al toro hasta la vega del río Duero donde, decenas de personas lanza en mano y otros tantos picadores, dan muerte al animal acribillándolo a lanzadas.

El alcalde del Tordesillas ha dado diversos argumentos. En primer lugar ha apelado a la tradición y a lo que él considera seña de identidad de su tierra. Me rebelo contra ese argumento. No creo que sea bueno utilizar etiquetas identitarias con respecto a las personas o los pueblos, y el tema de los toros se complica introduciendo etiquetas identitarias, como se complica el resto de sentimientos en la vida. Hay personas que dicen cosas erigiéndose en portavoces de comunidades o territorios ricos que no se les hubiese pasado por la imaginación como hijos de familias ricas. Lo que uno no diría como hijo de una familia rica, lo puede llegar a decir como hijo de una nación rica.

La lección de aplicar la etiqueta de la identidad es que lo que uno no haría en su conciencia moral individualmente puede hacerlo con su conciencia colectiva. Yo no creo que muchos tordesillanos quieran que el Toro de la Vega constituya su seña de identidad. Un lugar como Tordesillas tiene suficiente historia, desde Alfonso III en el siglo IX, como para envolverse en la tradición del Torneo como su referencia al resto del mundo. Además, las identidades nunca son absolutas, mudan y se transmutan con el paso del tiempo. Por lo tanto, no anclan a las personas y a los pueblos, sencillamente los definen.

Tampoco es buena la frivolidad de tomar posiciones en todos los conflictos según lo que se considere más beneficioso electoralmente. Primero, porque pierde virtualidad la esencia de la acción política que debe responder a una estructura de valores y principios que configuran cada pensamiento político. El socialismo democrático es una forma de entender la vida, pero también de vivirla. Es precisamente la coherencia entre las ideas y los actos lo que hace que una idea política perdure en el tiempo y que sea compartida por muchas personas. Si el socialismo es humanismo, es respeto a los demás. Si es una ideología que nació para luchar contra el sufrimiento y contra el dolor, el toro de la vega no puede ser defendido. Estar a favor o en contra por un cálculo electoral es un análisis simplista y equivocado. Las personas no votan atendiendo a una única cuestión, ni siquiera a dos, probablemente tampoco a tres. Cuando alguien emite su voto, lo hace valorando un conjunto más o menos amplio de posiciones, de compromisos, de resultados o del contexto del momento. De hecho, y así lo indican los sucesivos sondeos del CIS, la fidelidad de voto a los partidos ha caído hasta niveles mínimos.

Cuando el sr. Jorge Javier Vázquez –quien me parece un profesional admirable que ha sido capaz de revolucionar la forma de hacer televisión y le avalan varios años consecutivos liderando audiencia e innovando el mundo de ese medio de comunicación, nada fácil en un mercado muy competitivo– afirma que no votará al PSOE si sigue apoyando el toro de la vega, creo que es una forma de expresar su rechazo a ese asunto en concreto y no de su opción de voto, que sin duda, dependerá de un sistema más complejo de factores.

De la misma manera, quienes afirman que no votarán al PSOE si prohíbe el mal llamado festejo, probablemente expresan su apoyo al evento pero su voto, decisivo para múltiples aspectos de su vida, responderá precisamente a múltiples valoraciones. Tampoco es correcto observar el debate desde la oposición activa que realizan los colectivos antitaurinos, que enmarcan en el mismo ámbito el torneo que el resto de festejos taurinos, porque ciertamente hay diferencias fundamentales.

La posición de los socialistas respecto a los toros ha sido la de no prohibir, aunque tampoco promover, quedó clara en el debate en el congreso de los diputados a cuento de la prohibición en Cataluña. Pero el Toro de la Vega es algo muy diferente. Hay argumentos suficientes para que nunca más un líder socialista no sepa qué decir cuando le pregunten la opinión por este asunto y, lo que es más importante, para que actúe en consecuencia, por coherencia.

«Por sus obras los conoceréis», (Mateo 7, 15-20) es una de las expresiones bíblicas más repetidas a lo largo de la historia. Estoy seguro de que la obra que esperan muchos españoles conocer de los tordesillanos es la desaparición del Torneo del Toro de la Vega.