Internacional

Pruitt y la claque

La Razón
La RazónLa Razón

Scott Pruitt comenzó de abogado. Como fiscal general de Oklahoma denunció 14 veces a la Agencia de Protección Medioambiental (APM). Varias empresas de combustibles fósiles habían donado 200.000 dólares para sus campañas. Hoy preside la APM. Solo un genio de la política entendida como asalto a la razón nombraría para proteger las aguas y el aire, los bosques y los mares a un fulano como Pruitt. El zorro al cuidado del gallinero. El pirómano en protección civil. Capaz de negar el cambio climático porque, bueno, los científicos dirán lo que gusten pero mi opinión también cuenta y a ver si no voy a poder opinar yo, leguleyo y político, sobre los papeles de meteorólogos y oceanógrafos y expertos en glaciología y biólogos y qué le vas a hacer.

Que la opinión está sobrevalorada lo prueba la benévola generosidad con la que el endiosado asno medio pasea sus rebuznos. Que encima algunos luzcan galones no resulta tan llamativo como que el personal compre o no su discurso en base a unos atributos previos a cuanto diga. ¿Se considera usted de izquierdas? Entonces jaleará el independentismo en Cataluña. ¿De derechas? Pues al carajo el cambio climático, ese embuste cocinado entre Greenpeace, Al Gore y el 99,9% de la comunidad científica internacional. Como la realidad es más flexible que la capacidad de encaje del fanático medio nos encontramos con gente, un suponer, que aplaude a la portavoza del Congresa, lumbrera, y otra que insulta a los físicos que alertan sobre el calentamiento global. Imbéciles todos.

Idólatras de uno y otro signo presos de una ortodoxia confesional que, en el caso de Estados Unidos, permite mofarse de lo que digan los señores que vienen de estudiar los hielos en la Antártida y aplaudir las salvajadas y ridiculeces de un señor tan poco fiable como el bueno de Pruitt. Pero dado que otra de las patas del posmodernismo consiste en renunciar a la ofensa pues oye, mejor que imbéciles propietarios de inteligencias alternativas. Que es una forma de gritar idiotas y al tiempo de cumplir con las mordazas, angustias y exigencias impuestas por los subvencionados cancerberos de la moral pública. Y así, entre sinvergüenzas con mando en plaza y memos que aplauden sus trapisondas va viene nuestra vida, de Washington a Barcelona y de Madrid a Lima.