Julián Redondo
¡Qué manera de ganar!
Cuanto peor, mejor; así es el cambio radical del Atlético, que antes de Simeone la brisa le constipaba y ahora no le dobla un huracán. Derrotado por el Levante en una jornada crítica y empatado por el Málaga en otra crucial, le tocaba jugarse la Liga en el Camp Nou. ¿Y qué más podía pasarle? Que se lesionara Diego Costa, o Arda Turan, o ambos. Cayeron los dos antes de la media hora porque el devenir rojiblanco convive con el drama y discurre entre la épica y, las menos veces, la lírica. Sin estos ingredientes no se explica ni su historia ni este final. ¿Serán los efectos regresivos del «Pupas»? No. Fin del «Pupas»... A pesar de los peores augurios. Todos los balones que iban hacia el área azulgrana los controlaba Costa, hasta que frenó en pleno contragolpe, cuando su equipo tuteaba al Barça. Malísima noticia. Adrián le sustituyó, y se lesionó mediado el segundo tiempo. Costa no dejaba de llorar, inconsolable en el banquillo. Al poco, Arda, talento y orgullo – por eso jugó renqueante–, se tiró al suelo. Más lágrimas. Segunda mala noticia para el Atlético, con la Liga en juego y la final de la «Champions» en una semana. Y el Mundial que quiere jugar Diego en Brasil con España. No es fácil recomponer la figura con dos reveses así, cuando los pilares se rompen y Alexis materializa el golazo. La carretera, más empinada aún. Calamidades mayúsculas: la Liga está perdida; pero no la fe. Y la del Atlético mueve montañas. Una de sus características esenciales, amén del trabajo, la solidaridad o la entrega hasta el infinito y más allá, ha sido la estrategia. Ejemplo en el día D: Gabi lanza el córner y marca Godín. Por delante, una autopista hacia la gloria sembrada de obstáculos y sufrimiento. Aguanta el Atleti, que «latido a latido» conquista su Liga. ¡Qué manera de ganar!
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