Alfonso Ussía

RDyO

Fue una campaña electoral apoteósica. El bueno de don Landelino Lavilla bailando pasodobles con su distinguida esposa, y el culto candidato a la presidencia del Gobierno, don Leopoldo Calvo Sotelo –Presidente del Gobierno en funciones–, interesándose día tras día por el éxodo de la militancia de UCD. Leopoldo Calvo-Sotelo tenía un sentido del humor de bruma gallega, escribía con destreza, tocaba el piano y era un conversador agudo y divertido. Un día le preguntó a su secretario. –¿Cómo interpreta usted las encuestas?–; –señor Presidente, las interpreto de la siguiente manera. No nos va a votar ni el gato–; –¿Tampoco el gato?–; –tampoco el gato, señor Presidente–; –en tal caso, no tengo otra opción que prepararme para la catástrofe–.

Presentó –y nos reveló la charla previa–, en el Hotel Wellington el libro «Sólo Pobres» de Antonio Mingote, y lo hizo con gran brillantez y sentido del humor. Don Leopoldo fue un señor en su vida privada y su actividad pública. Presidente del Gobierno por la UCD después del 23 de febrero de 1981. Tenía todo a su favor, menos a su partido, que ya estaba resquebrajado desde la dimisión de Adolfo Suárez. En el palco del Bernabéu, durante la final del Mundial –no «los mundiales», estimados periodistas deportivos–, de 1982, charlaba en el descanso con el Rey, Don Juan y el Presidente de Italia, Sandro Pertini. Éste se interesó. –¿Por qué ha convocado elecciones para el otoño cuando le quedan tres años de Legislatura?–; –las he convocado para perderlas, porque no tengo apoyo suficiente para gobernar–; –es usted excesivamente generoso–; –realista, Presidente, realista–-. Y sucedió. No ganó ni su escaño, siendo el candidato del partido gobernante. Y se fue con toda dignidad, a leer y tocar el piano, a escribir, vivir con los suyos y pasar desapercibido. Era un hombre culto.

El partido de Rosa Díez, UPyD se está agrietando. Cada día que pasa pierden militantes. Saltan hacia Ciudadanos, el PSOE y el PP. Pero Rosa Díez carece de sentido del humor. Y de cultura. Es dogmática y mandona. Se cree imprescindible. Ataca a los suyos cuando éstos manifiestan discrepancias y se quejan de su carácter autoritario. En «El Rey» de Ionesco, su país vecino le reduce el territorio del Reino todas las noches, cambiando los mojones fronterizos, hasta que se entera de que su Reino se resume a su palacio y poco más. A Rosa Díez le sucede algo parecido, pero su soberbia le impide la reflexión. Se está quedando más sola que la mujer de Kruschev cuando falleció Kruschev. A este paso, su partido UPyD tendrá que ser denominado RDyO, es decir «Rosa Díez y Otro».

Auguro que «el otro» es el diputado y actor valenciano Toni Cantó, que manifiesta de continuo su inquebrantable lealtad a doña Rosa, actitud del todo elogiable.

No sería justo rebajar el mérito de Rosa Díez en la fundación de un partido con vocación de bisagra. Sucede que otro lo ha hecho infinitamente mejor, y me refiero a «Ciudadanos». En Murcia, en una sóla noche, como los mojones del Reino de Ionesco, el 60% de la militancia de UPyD cruzó la calle para entrar en la sede de «Ciudadanos». Nadie sabe a qué espera esta mujer tan arrogante para dar el primer paso hacia su salvación. Cuando se alcance la próxima cita electoral, UPyD puede encontrarse en situación parecida o peor que la de UCD en 1982. Ni el gato. La diferencia está en la interpretación de la tragedia. El político sensible y demócrata que acepta su drama, y la política autoritaria que prefiere la extinción de su partido antes que la resignación del proyecto fracasado. Al menos, que se adelante a cambiar las siglas. Con RDyO, el ridículo será más llevadero.