ERC

Rehenes

La historia del independentismo catalán es la de la permanente traición. Traición al orden constitucional que reconcilió a una España dividida en dos. A pesar de haber participado en la elaboración y votado favorablemente la propia Constitución y de que la minoría catalana fuese protagonista de negociaciones clave para la redacción definitiva del texto de la Carta Magna, su compromiso con España siempre se mantuvo en la penumbra.

Así, por ejemplo, el 22 de julio de 1978, el pleno del Congreso rechazó una enmienda defendida por la extinta Euskadiko Ezkerra, en favor de la inclusión en la Constitución del «derecho a la autodeterminación de los pueblos del Estado español».

La enmienda solo recibió cinco votos a favor y el rechazo abrumador de 268 diputados. Los diputados del PNV también votaron en contra, no así los de la minoría catalana, que se abstuvieron, otra vez con ese juego a dos barajas, por un lado, evitando respaldar con su voto el orden constitucional, de otra, expresando en el discurso pronunciado en dicha sesión parlamentaria, de una forma muy significativa, su determinación por defender la unidad de todos los españoles.

También han traicionado los intereses generales de los españoles mediatizando la imagen de país en todos los foros internacionales. La estrategia del Sr. Puigdemont de intentar internacionalizar el conflicto tenía un doble objetivo: minar la imagen internacional de las instituciones españolas y construir un relato favorable al independentismo, que se ha dado un barniz de democracia y de víctimas de un perverso del Estado, cuando, en realidad, eran agresores.

Pero, como en la fábula de la rana y el escorpión, cada uno actúa según su condición y, ahora, la deslealtad ha aflorado entre los propios separatistas. La filtración de los mensajes del Sr. Puigdemont a su ex consejero de sanidad es la noticia más clarificadora del lugar en que se encuentra la cuestión catalana.

Las elecciones no solo consolidaron la división entre constitucionalistas y separatistas, también produjeron una brecha entre los independentistas, debido, en parte, a la disputa por el poder entre ERC y los ex convergentes y, también, a la huida del Sr. Puigdemont del país frente al encarcelamiento de varios miembros del gobierno catalán, entre ellos el Sr. Junqueras.

De hecho, en los círculos de Esquerra, se atribuye el de Junts per Catalunya a su formación por la imposibilidad de su candidato de hacer campaña electoral. Por su parte, entre los ex convergentes hay más que recelos sobre su candidato desde hace tiempo, antes incluso de la elaboración de las listas electorales.

En este momento, el ex presidente se sabe derrotado y ha decidido hacer rehén a la sociedad catalana en un nuevo acto de deslealtad. El Sr. Puigdemont ha llegado a un callejón sin salida, el camino se ha terminado y no hay puerta de salida, entonces, no ha tenido mejor idea que la de hacer rehén al pueblo catalán al que, previamente, ha empujado hasta las heridas y las rupturas emocionales y políticas.

A partir de ahora las posibilidades se van estrechando, el proceso independentista puede tomar otros derroteros si, finalmente, los protagonistas deciden salir del ámbito de la infracción penal y de la cárcel, pero tampoco se puede descartar que se produzca un cierre de filas en torno al Sr. Puigdemont. Si esto fuese así, sería añadir algunos días más a la agonía, pero el callejón seguirá sin salida.

Por tanto, ocurra lo uno o lo otro, el ex President llevaba razón, el ha muerto, eso sí, siguen teniendo como rehén al pueblo catalán, atado a las consecuencias de la locura de una ideología decimonónica.