Iñaki Zaragüeta
Rodrigo Rato y la frustración
Tengo la impresión, o quiero tenerla, de que Rodrigo Rato ha sido víctima de ese sentimiento tan complicado de soportar que es la frustración. Es la conclusión a la que hemos llegado mi amigo Rogelio y yo tras las conversaciones mantenidas durante todo este largo tiempo de sucesos inexplicables que han desvelado hasta sorprendernos una personalidad absolutamente desconocida.
Más allá de la presunción de inocencia, han aparecido demasiadas excentricidades, con tintes delictivos, que hacen añicos la vida anterior libre de toda sospecha. Porque he conocido detalles de cuando Rato era aquel todopoderoso vicepresidente que me hacían garantizar su honradez y su absoluto respeto a la utilización del erario, una figura totalmente discordante con la que ha emergido a partir de su dimisión como director del Fondo Monetario Internacional. ¿Qué pasó por su cabeza durante esos años?.
La oscura operación para la capitalización de Bankia, la utilización escandalosa de la tarjeta «black» y todo este maremágnum en el que se halla involucrado con la Hacienda Pública exhiben unas dosis de frialdad e impasibilidad respecto a la recta conducta de tiempo atrás dignas de estudio. Y todo a partir de no haber sido designado como sucesor de José María Aznar. El periodo previo aparece inmaculado. Al menos esa es la impresión.
En este punto es donde emerge el fenómeno de la frustración, cuando los acontecimientos no suceden cómo deseamos o esperamos, una emoción que puede llegar a ser incontrolable hasta consumir nuestros mejores sentimientos o provocar indeseables. Hasta el punto de plantear un ajuste de cuentas como sentido de la existencia. No se piensa que el abismo puede abrirse a tus pies. Así es la vida.
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