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Úbeda cogió su fusil

La Razón
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Faltan semanas para primavera y mi escritorio cruje bajo los libros. Libros calientes, secos, furiosos. Libros potentes como el «How democracies die», de los politólogos Steven Levitsky y Daniel Ziblatt. Bueno para entender cómo ascendió Trump. Un señor impresentable. Amigo de que verdades hay muchas y a cada cual la suya. Paradigma rubio del pensamiento amorcillado, posmoderno. O las «Notes of a native son», del gran James Baldwin. Al que siempre hay que volver. O Arguably, la última colección de ensayos de Christopher Hitchens. Al que tanto quisimos.

Reunidos y publicados en la inminencia de su muerte por el cáncer. En el que recupera, entre otros, un texto eléctrico sobre Lolita donde cita a Azar Naifisi. Aquella que leía y comentaba con sus alumnas, y a escondidas de los ayatolás, la novela de Nabokov. O el monumental American empire, de A.G. Hopkins. O, en fin, el primero de Jesús F. Úbeda, periodista y poeta. Aterrizaje forzoso. Un cartucho de dinamita a la manera de Quevedo. Un cortocircuito en 14 versos. Una copa de rabia y luto. Endecasílaba y furiosa. Con la que homenajea el sexo y el glam. Los días azules de Machado. La poesía fluorescente de Bunbury. A Cohen. Y las chicas, chicas, chicas, a las que tanto amamos. Presenta el día 20 y en Madrid, rompeolas. Flanqueado por Raúl del Pozo, gran comandante de las letras y corruptor de quienes, siendo unos críos, caímos en el embrujo de este bendito oficio, e Ígor Paskual, raro y precioso, rockero y erudito con libros de Borges en la funda de la Gretsch crema.

Aterrizaje forzoso apuesta a quemarropa por la poesía antigua. O sea, moderna. O sea, atemporal. Libre de dogmatismos y bridas. Millonaria de historia e historias. Con sangre en la canana y recursos de pintor que sabe dibujar y te demuestra cómo. Úbeda trae ademanes de francotirador ambidiestro y esa sonrisa ladeada, inocente y golfa, marinera y nocturna, de quien acumula naufragios suficientes para reconocerse en el bando de los otros. De los que respiran frente a las camarillas. Úbeda. O el huracán que arrasa, escribe y quema. Curtido en mil garitas. Discípulo de lobos, halcón entre corderos, le pierde la juventud, etapa siniestra, pero ya sabe que el que escribe se proscribe. Bienvenido a la juerga, y disfrute la fiesta.