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La Razón
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La visita de tres días a Armenia que Francisco concluyó ayer domingo es una prueba más de las directrices que sigue este Papa para decidir su agenda viajera. Para Bergoglio no hay viajes mayores ni menores, ni países más o menos importantes, ni centenarios en los que su presencia sea considerada casi como obligatoria. Los criterios son otros. Fijémonos, sin ir más lejos, en los que ha realizado o va a realizar este año: México, la isla griega de Lesbos y Armenia han sido los tres primeros; dentro de cuatro semanas irá a Cracovia para participar en la Jornada Mundial dela Juventud; a finales de septiembre es esperado en Georgia y Azerbaiyán; una breve visita de dos días a Suecia en octubre clausurará, salvo sorpresas, sus desplazamientos por este año. Él ya ha declarado su preferencia por las «periferias» geográficas y espirituales de este mundo; si contemplamos la lista de países que ha visitado en estos tres años de pontificado observamos que abundan naciones que no ocupan los primeros planos de la actualidad, que pasan como «desapercibidas» para la opinión pública mundial; en este sentido parece querer aplicar la sentencia del Evangelio: «Los últimos serán los primeros».

Otro hilo conductor es su voluntad de destacar algunos problemas humanitarios de especial gravedad como, por ejemplo, el fenómeno migratorio. La isla italiana de Lampedusa fue su primer destino y hace pocos meses se presentó en Lesbos para visitar los campos de refugiados que han huido de las guerras y el hambre con la esperanza de una nueva vida, aun a riesgo de perder la suya en el mar. Otras veces el Papa desea servirse de algunas instituciones civiles como altavoces de sus preocupaciones como la paz en el mundo o la lucha contra el hambre; con esa intención visitó el Consejo y el Parlamento Europeo y más recientemente el Congreso norteamericano y la Asamblea de la ONU. Característica común de todos sus viajes es su preferencia por los más pobres y desvalidos, los enfermos y los refugiados, los marginados, los «descartados» por el mundo opulento y egoísta. Son las «periferias» que prefiere visitar.