Cástor Díaz Barrado

Y ganó

La Razón
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Contra muchos de los pronósticos, Donald Trump venció en las elecciones en Estados Unidos. Hace unos meses, en esta misma columna, se planteó la posibilidad de que pudiera ganar. Ya es un hecho. Los análisis, en política exterior, deben ser diferentes a partir de ahora. Nunca se sabe cuál será el devenir de la política exterior norteamericana de parte de la Administración Trump pero, siempre, se pueden hacer aproximaciones en función de las posiciones que ha venido manteniendo el nuevo presidente de Estados Unidos. Sin duda, el rasgo más característico será la tendencia al aislacionismo que tantos beneficios aportó a Estados Unidos hasta la Segunda Guerra Mundial. Es posible, incluso, que se produzca un cierto ensimismamiento de la política de este país. Lo que parece muy posible es que disminuya el protagonismo norteamericano en la escena internacional y que dejen de interesar, de manera intensa, algunas de las situaciones que acontecen en zonas que los Estados Unidos estimen que se encuentran muy alejadas. Con ello, la connivencia con los estados europeos será mucho menor y decaerá el interés por los conflictos que tienen lugar en el Próximo Oriente, sin que ello suponga, sino todo lo contrario, debilitar el tradicional apoyo de los Estados Unidos a las posiciones israelíes. Desde luego, poca atención se prestará al continente africano y las relaciones con China se dilucidarán en términos básicamente económicos. Se mantendrán, seguramente, las posiciones en relación con Corea del Norte y, también, con Irán sin que se avance definitivamente en el establecimiento de un marco de estabilidad con este último país. Lo más incierto será, con toda seguridad, la posición de la nueva Administración estadounidense en relación con su vecino próximo y, en particular, con México y Cuba. El fin del Tratado de Libre Comercio de América del Norte asestará un duro golpe a México pero, también, a la economía de los Estados Unidos. El estancamiento de las relaciones con Cuba, aunque perjudicaría a este país, también, causaría daño a los norteamericanos. Lo de Trump sólo es un componente más de la disparatada política exterior anglosajona.