Crisis económica

Yogures y relojes

Mientras algunos avispados como José Bono cuentan con oficina propia y pensión de cinco tenedores, compatibles ambas y ambas con factura a cargo del erario público, hay ministros como Arias Cañete que no hace ascos al yogur caducado. Para que luego digan que todos los políticos son iguales. Lo del ministro de Agricultura me lo creo a pies juntillas porque como buen corredor de rallis se le supone cierta inclinación a las conductas temerarias y porque cuando fue ministro del ramo con Aznar y surgió lo de las «vacas locas», ya salía el tío comiéndose en público unos chuletones de ternera que tiraban de espaldas. Lo suyo, más que espíritu de austeridad, es lo que en mi tierra se conoce como «buen saque» o estómago a prueba de bomba. Sin embargo, Bono, que es como Cañete, muy partidario de la política espectáculo que tanto promocionaron Fraga y su Meyba en Palomares, es más de montarse oficinas y adjudicarse pensiones a cargo del bolsillo colectivo de quienes tienen vetado por ley semejante tejemaneje, que de andar dando ejemplo haciéndose ensaladas con las hojas mustias de una lechuga. Con lo que les cuesta mantener chófer, secretarias y despacho a todo confort para que el ex presidente esté entretenido, los castellano manchegos podrían costearse una docena de asistentes sociales, pagar a ocho bomberos, dar ayuda a las empresas para la contratación de 35 jóvenes titulados o comprar 640.000 yogures no caducados. No hablamos de chocolates ni de loros, sino de un escándalo que va más allá de su equivalente en euros y que tiene que ver con la jeta descomunal de algunos que por lo visto han decidido cobrarse los relojes regalados durante las campañas electorales a precio de Luxor Pure Gold 24 K.