Letras líquidas

Corrupción «vintage»

Los detalles que van aflorando de «Mediador» reflejan unos modos caducos, de tratos zafios, que añaden la lacra de la prostitución a las supuestas ilegalidades

Si hacemos caso a Hegel y aceptamos que «lo único que aprendemos de la historia es que nunca aprendemos de la historia», habremos avanzado en el reconocimiento de la naturaleza humana y en su querencia por repetir y repetir patrones. Eludiremos, de esa manera, escandalizarnos de más por comportamientos tan antiguos como las mismas relaciones sociales. Los favores realizados a cambio de algo, el tráfico de influencias, los sobornos para obtener réditos o ventajas comparten una larga trayectoria paralela a la de la civilización, pero asumir la existencia de estas prácticas no les resta gravedad cuando se conocen y su proyección se multiplica. Menos aún si los desfalcos afectan al dinero público. Al de todos.

El «caso Mediador» es el último en sumarse a la lista de corrupciones en España. Y la trama, que atraviesa al PSOE, exhibe varios elementos que la convierten en una red ilegal y extemporánea, como impropia de esta época, envuelta en un denso aroma a naftalina. Para empezar nos devuelve a 2014, un año que, aunque parezca cercano, está, en realidad, muy alejado de nuestro hoy (ya sabemos lo caprichosa que puede resultar la percepción del tiempo), con un presente marcado por otras inquietudes: hace casi una década, en cambio, la corrupción se consolidó, según la serie histórica del CIS, como la principal preocupación de los españoles y alcanzó la cima de los dolores de cabeza patrios, por encima del paro o la economía. No era de extrañar. El goteo de corruptelas era constante y sus investigaciones se eternizaban en los tribunales, en largos procesos, mientras arraigaba la convicción de país tramposo y enviciado. Ahora, y junto a esa involución cronológica, los detalles que van aflorando de «Mediador» reflejan unos modos caducos, de tratos zafios, que añaden la lacra de la prostitución a las supuestas ilegalidades, regodeándose, además, en la cosificación absoluta de la mujer. Menuda colección de putrefacciones.