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Méritos e infamias

Cuando el fuego te cerca

En agosto, España se convierte en una verbena y solo te chafan la fiesta a ti, jamás a los que mandan

Si mira con angustia el billete de su tren porque éste se retrasa no se agobie: busque en la red social X, quizás encuentre ahí la respuesta a sus preguntas. Media España coge la maleta y mete dentro del equipaje de mano dos cajitas de canguelo, pero en las estaciones te toman el pelo con cartelotes que insinúan que la culpa es tuya por salir de casa cuando Renfe te deja tirado. No encuentras muchas explicaciones ni te devuelven el dinero si no alcanzas en hora tu destino. «Criaturitas». En agosto, España se convierte en una verbena y solo te chafan la fiesta a ti, jamás a los que mandan. La política anda de vacaciones y por eso Óscar Puente, dedo arriba y dedo abajo, gasta sus mejores horas dando porrazos a los políticos del PP y VOX, que como él, bajan la persiana pasando el día de San Ignacio para dedicarse a poco más que retratarse en mangas de camisa. Vagones repletos y varados sin aire acondicionado en medio de la nada y el Ministerio se enroca en martillear a sus contrincantes mediante ingeniosos mensajes, pero el vagón no se mueve ni lo hará. Paradojas, pero te puedes descojonar viendo cómo Puente descoyunta a sus rivales sin piedad. «Angelitos, aprended de mí».

Es la epidemia del siglo, la ficción absoluta y subvencionada de una partitocracia más empeñada en agitar el agua para que parezca profunda que en solucionar los problemas tangibles de la calle. Una legislatura que lleva meses varada en una vía muerta, hacia ningún sitio, y un Gobierno sin iniciativa ni presupuestos a la espera de luz verde en Waterloo nos roza la piel en la orilla de la playa. Abúrrase porque por encima de nuestros intereses como administrados, se colocan las estrategias de partido y la supervivencia de Sánchez. Si no, mire cómo España se quema de una punta a otra en nuestras narices bajo la dialéctica de un juego de esgrima inútil. Hasta ayer el Gobierno no puso en marcha el estado de premergencias y facilitar recursos a las comunidades autónomas para atajar los fuegos, como siempre, llegando tarde a casi todo y culpando a los demás de sus miserias. La Administración se la juegan a los dados un escabeche de personal que no cabe en el sector privado, es decir, en la vida real, ante un público atónito que se frota los ojos mientras sus casas se queman con la anuencia de una pandilla de mentecatos. Ya es una evidencia que nadie, con escasas excepciones, toma el control ante la deriva de un país que debería ser normal, donde el Gobierno asuma que las iniciativas no deben recaer en el saldo de los partidos y sí en la felicidad de sus administrados. Esta catarsis nacional desembocará, en nada, en un nuevo curso en el que olvidaremos la lamentable «Batalla de Jumilla», donde la izquierda trata de castrar el cojón laico de nuestra piel de toro y la derechona de boquilla se mete con los obispos. El comunismo es una secta del cristianismo, no lo olviden y la Iglesia juega siempre las mejores cartas de la partida. Memorable agosto de rescoldos, cenizas, humo y nada.