A pesar del...
Kane y Abel
Desde el punto de vista económico, además, están diestramente retratados el mundo de los negocios y de los empresarios, con sus peligros e incertidumbres
Por consejo de mi amiga, Lichy Martinon, he leído un fenómeno económico, «Kane y Abel», la novela que el popular escritor británico Jeffrey Archer publicó en 1979 y que fue su mayor éxito. El propio autor reconoció: «fue un hito en mi carrera como escritor». Hubo adaptaciones para la televisión, fue traducida a una treintena de idiomas y figura en la lista de los libros más vendidos de la historia, con 34 millones de ejemplares –para que nos demos una idea, más o menos como «El diario de Ana Frank» o «Matar un ruiseñor»–. Tuvo incluso una secuela en 1982: «La hija pródiga». Y en 2009, para celebrar su trigésimo aniversario, Archer publicó una versión renovada de la obra: la reescribió en nueve meses, la acortó y modificó el estilo «para una nueva generación», como informó Alison Flood en «The Guardian».
Los que ciframos el éxito de nuestros libros en apenas unos miles de ejemplares –sin queja alguna, si no somos envidiosos– solo podemos expresar nuestra admiración por este libro. Los economistas, además, podemos reaccionar como hacen Les Luthiers con los hombres guapos, ricos, atléticos, admirados y atractivos: pedirles, por favor, que nos pasen la receta.
La de Archer es contar la historia de dos niños nacidos el mismo día del mismo año, 1906: el rico William Kane en Estados Unidos, y el pobre Abel Rosnovski en Polonia. Sus caminos se cruzarán y se anudará entre ellos una tóxica rivalidad. Y vemos pasar la historia de Europa y América en las primeras décadas del siglo XX, marcadas por la prosperidad y luego la crisis y la depresión, y por la paz y luego la devastadora Primera Guerra Mundial.
Comprendo los reproches que recibió de muchos críticos. No es alta literatura, en ocasiones resulta superficial y predecible, y tiende a abusar de la coincidencia.
Pero es un perfecto best-seller. Se lee muy bien, está hábilmente escrito, y las vidas paralelas de Kane y Abel enganchan al lector. Desde el punto de vista económico, además, están diestramente retratados el mundo de los negocios y de los empresarios, con sus peligros e incertidumbres. Se valora el esfuerzo de las personas, y en particular de los modestos inmigrantes como Abel, en salir adelante a pesar de muy graves contratiempos. Y, para colmo de bienes, la moraleja es estupenda, a saber, no conviene ser rencoroso.