Cuartel emocional
Los cursis
Hay que enseñar a la gente desde pequeñita lo que se debe y no se debe hacer
Tuve dos tías políticas inglesas muy singulares; una murió a los noventa y nueve años y la otra, mucho más inteligente, a los ciento tres, llevándose a la tumba la receta de su plum cake inigualable. Solía decir con mucho acierto que la cursilería era peor que el adulterio, porque poner los cuernos se daba en las mejores familias y la cursilería no. Nada hay peor que estirar el dedo meñique para lo que sea, para coger una taza de té o para aplaudir, como María Jesús Montero, o decir frases como la del relamido Alvarone cuando asegura que “la verdad no se filtra, se defiende”, una verdadera cursilada. Un taco dicho a destiempo es una ordinariez, una vulgaridad, pero una palabrota dicha por alguien con una educación demostrada y en su justo sitio reafirma la frase y deja todo bien sentado sin que chirríe. Pero estamos rodeados de afectación y esto tiene mal arreglo, de momento, porque no hay dibujos de esperanza por ningún sitio. Hay que enseñar a la gente desde pequeñita lo que se debe y no se debe hacer o expresar; también los gestos y expresiones corporales permitidas o no permitidas, porque luego de mayores están ya viciados al no haber sido corregidos a tiempo, y, llegados a una edad, es más difícil aprender.
El cursi Alvarone nos ha dado mucho tema esta semana, aunque todo era más de lo mismo. Las negativas, las pérdidas de memoria, las mentiras flagrantes… Estar bajo juramento y mentir es una práctica tan sobada que ya no nos asusta. En realidad el embuste en general no nos sorprende porque es a lo que estamos acostumbrados, con lo cual lo único que puede llegar a satisfacernos son los insultos de Miriam Nogueras a Sánchez en el hemiciclo porque es la única capaz de decirle “cínico” o que “mueva el culo”, aunque luego apoyen los de su banda golpista cerrar las centrales nucleares. Todo es pura pantomima, todo es una farsa, una representación teatral de la política diaria en que se nos escupe a la cara mientras no dejamos de pagar impuestos de los que viven estos golfos sin ningún tipo de preparación para conducir al país hasta donde merecemos. Ellos roban, embolsan su dinerito efectivo en sus cajones mientras a los demás se nos queda una cara de asombro pasmoso y de infinita impotencia. Por el precio que les pagamos ya podríamos tener a gente bien fundamentada y sin ansias de llenar sus arcas. En tiempos de UCD era así, y cuando dejaban sus puestos políticos, volvían a sus despachos a vivir de su profesión, cosa que ahora no podría suceder porque todos son unos “don nadie”, y no tienen donde caerse muertos fuera de sus puestitos de diputados o de sus ministerios, secretarías generales, etc.
Trump es un rico que no necesita robar y destaca por sus políticas surrealistas. Ahora quiere limitar la entrada a USA de gente con obesidad, diabetes, cáncer o enfermedades cardíacas para evitar que se beneficien de un tratamiento médico gratuito, como ocurre aquí en España. Dicen por ahí que es una medida inhumana y no sabe uno que pensar, teniendo en cuenta la tremenda pasta que se nos va a cada contribuyente en Seguridad Social para que otros se beneficien de ella…
CODA. A propósito de cuestiones sanitarias, parece que ha empezado a caducar la modita del pastillamen a lo bestia para alcanzar la eterna juventud. A nadie le amarga la idea de envejecer con buena pinta, pero creo que lo de morir viejo y ser un cadáver bonito lo tenemos aún bastante lejano.