Sevilla

El PSOE no debe perder la mesura

La efervescencia en las calles de los movimientos radicales de izquierda y el ascenso de IU en las encuestas han agudizado la crisis que padece el PSOE, hasta el punto de que cualquier rumor o comentario público sobre el relevo de Rubalcaba amenaza con provocar una deflagración en el ya cuarteado edificio socialista. Así ha sucedido esta semana, cuando el nombre del joven diputado vasco Eduardo Madina fue aireado y jaleado por diversos dirigentes como candidato a dirigir el partido. El efecto que unas simples opiniones tuvieron sobre el cuartel general de Ferraz fue tan desproporcionado que estuvo a punto de causar la dimisión de su actual secretario general. Son comprensibles el nerviosismo y la ansiedad que agitan las filas socialistas. Año y medio después de sus catastróficos resultados electorales, el PSOE sigue manoteando como un náufrago, con un liderazgo que rechaza la mitad del partido, sin una estrategia política congruente y ayuno de ideas para una reformulación ideológica capaz de aglutinar el voto de la izquierda. Para mayor agonía, sus dirigentes no logran convencer a los ciudadanos de que tienen fórmulas mejores que las del PP para salir de la crisis o para afrontar sus efectos. Ejemplo de ello ha sido el debate sobre la ley antidesahucios, del que los socialistas se escondieron tras la retórica de la PAH para reaparecer el último día con un mensaje diametralmente opuesto: que «la dación en pago no es la solución». Se podrían poner otros muchos ejemplos de cómo los dirigentes socialistas actúan a merced del oleaje antisistema y de una izquierda radical que se ha propuesto ocupar la calle, a veces con violencia, como forma de ejercer la oposición. La cúpula del PSOE carece hoy de una agenda propia para este segmento y en su mismo seno brotan erupciones ideológicas que van contra la Constitución, rechazan la Monarquía y dan alas al separatismo nacionalista. Más que una alternativa de Gobierno, el PSOE parece una olla a presión a la que nadie quiere acercarse por temor y desconfianza. Sin embargo, no convendría que la inestabilidad se prolongara más tiempo. Le corresponde a la actual dirección, elegida en el congreso de Sevilla, marcar los tiempos y las formas para la renovación. Rubalcaba ya estableció un calendario de convenciones, debates y elecciones a dos años vista. Lo sensato es que todos se ajusten a ese plan de trabajo y que, mientras tanto, las discusiones no se desborden fuera de sus límites. Poner en jaque cada cinco minutos el liderazgo de Rubalcaba o caer en la trampa populista que le tiende a menudo Izquierda Unida son errores graves que, lejos de fortalecer la alternativa socialdemócrata, arruinan su credibilidad y les alejan del camino que conduce al Gobierno de la nación. En estos tiempos duros y turbulentos se necesitan partidos sólidos, sensatos y fiables, no coros de grillos.