Francia

Estímulos certeros

Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo, ha vuelto a sorprender a los mercados con una batería de medidas que podríamos calificar de «último recurso» ante las señales de peligro que emite la eurozona, con riesgo de deflación y de ralentización del crecimiento. Si la reducción en diez puntos básicos del tipo de interés del euro, dejándolo en un histórico 0,05 por ciento, responde al propósito de acabar de una vez con las especulaciones sobre el llamado «límite inferior», Draghi ha reservado la artillería gruesa para inundar de liquidez los mercados con el objetivo de que la banca europea reactive el crédito. Tanto la compra de deuda en los mercados secundarios, que beneficia al sistema financiero, como la penalización de los depósitos envían el claro mensaje a las entidades bancarias de que la situación requiere una actitud mucho más proactiva por su parte. Pero Mario Draghi es perfectamente consciente de que no son sólo las restricciones crediticias las que están trabando el proceso de recuperación de la economía europea. No. El problema es que hay obstáculos contra los que no se puede operar desde el BCE y que están relacionados con el enorme déficit público acumulado por la eurozona, que lastra el crecimiento y, sobre todo, mina la confianza de los ciudadanos en el futuro. Sin nombrarlos directamente, el presidente del BCE ha vuelto a dar un toque de atención a los gobiernos de Francia e Italia, que siguen sin abordar los programas de reformas a los que se habían comprometido y cuyas cuentas públicas se deterioran peligrosamente. Sin duda, las inyecciones de liquidez y la depreciación del euro frente al dólar son medidas oportunas, que ayudarán mucho más a aquellos países que, como España, han hecho los deberes, pero no pueden servir de excusa para retrasar los necesarios ajustes. Porque si bien un euro más barato facilita las exportaciones, por sí solo no compensa la falta de competitividad de unas economías muy dependientes de la inversión pública y de las subvenciones. El caso de la industria agroalimentaria francesa –que, tras las modificaciones de las ayudas agrarias comunitarias, ha sufrido en el primer semestre de este año la mayor caída de producción de su historia, con su correspondiente tasa de destrucción de empleo–, ejemplifica las dificultades que atraviesa el proceso de recuperación. Para España, las medidas de Draghi tendrán un efecto positivo inmediato, aunque sólo sea porque nuestro tejido productivo ha ganado previamente en competitividad y se verá reflejado en un repunte de las exportaciones. También la reactivación del crédito tirará del consumo interno y, por lo tanto, de la actividad económica general. Pero, en el conjunto de la eurozona, se quedarán en parches si no se ataja el problema del gasto público.