Constitución

Propuesta sin recorrido

Lo que más sorprende de la propuesta de reforma constitucional presentada en el Congreso por el secretario general de los socialistas, Pedro Sánchez, es que ninguno de los problemas que afectan actualmente a la sociedad española tiene su causa en la Carta Magna, cuyo texto –treinta y seis años después de su redacción– supera con notable calificación cualquier exigencia de un Estado de Derecho, moderno e impecablemente democrático como es España. No se trata, sin embargo, de rechazar así, en lo absoluto, la posibilidad de añadir, modificar o reforzar alguna parte de su articulado en respuesta, principalmente, a la cada vez mayor incardinación de nuestro país en el conjunto de la Unión Europea, o ante el surgimiento de alguna circunstancia extraordinaria –como sería el nacimiento de un hijo varón de los Reyes–, pero en ningún caso podrían cambiarse los principios de soberanía popular, libertad, igualdad y unidad territorial sobre los que se asienta nuestro ordenamiento constitucional. Y mucho menos, sin la existencia de un consenso político tan amplio, al menos, como el que demandó su promulgación. De hecho, las dos reformas que ha experimentado la actual Constitución –la del artículo 13.5 de 1992, que ampliaba derechos electorales a los ciudadanos europeos, y la del artículo 135 de 2011, sobre el límite de endeudamiento– se llevaron a cabo con el acuerdo de la gran mayoría de las dos Cámaras. En efecto, no sólo no existe en el momento actual un consenso suficiente para abordar una reforma de la Carta Magna, sino que ni siquiera está muy claro qué es lo que conviene reformar, por más que desde el PSOE se insista en un modelo federal de brumosa definición y articulación práctica que, además, sería rechazado por los separatistas catalanes en cuanto mantuviera el principio de soberanía popular. No es algo sólo presumido por nosotros, sino que, ayer mismo, fue anunciado por la portavoz de CiU en la Comisión Constitucional del Congreso, Montserrat Surroca, al afirmar que su federación, con su proceso soberanista, está «en otro escenario» que va «más allá» de modificaciones en la Carta Magna. Pero la propuesta de Pedro Sánchez presenta, igualmente, otro defecto capital, aparte de su falta de concreción: su inoportunidad. Cuando España va a entrar en un periodo electoral intenso –con elecciones municipales, autonómicas y generales a lo largo de 2015– en el que las perspectivas socialistas no son, precisamente, excelentes, un movimiento en el sentido que propone el PSOE adquiere tintes de oportunismo político. No es de extrañar que Mariano Rajoy haya rechazado una invitación que no conduce a ninguna parte. La Constitución no está para hacer brindis al sol.