Relaciones laborales
¿Y la regeneración sindical?
Bajo la dirección de Marcelino Camacho y Nicolás Redondo de los dos grandes sindicatos españoles hubiese sido impensable que un dirigente de un partido político, por más aguerridas que fueran sus consignas, por que más que exhibiera el puño cerrado, se hubiese atrevido a utilizar la tradicional manifestación del Primero de Mayo para fraccionar a la izquierda tradicional. En mayor o menor medida, los líderes históricos de CCOO y UGT velaron por la independencia sindical, como las sucesivas huelgas generales sufridas por los gobiernos socialistas demostraron. Fueron «correas de transmisión» de sus partidos hermanos, PCE y PSOE, como se decía entonces, pero hicieron prevalecer su estrategia negociadora frente a los planes puntales de las formaciones políticas. Un respeto. Pero se ha abierto otro tiempo político y también sindical. Se habla de que hay que regenerar la vida política, pero ¿y el sindicalismo? ¿Los sindicatos no se regeneran? Parece que no. La aparición en la manifestación de ayer en Madrid de Pablo Iglesias vendiendo su moción de censura vuelve a demostrar su obsesión por acabar como sea con el PSOE. Hacerlo, además, entre los votantes naturales de los socialistas es especialmente hiriente. Más hiriente, si cabe, es que el mensaje que CCOO y UGT lanzaron ayer sea la lucha contra la corrupción. En su derecho están, pero convendría para actuar bajo ese espíritu de regeneración que ellos mismos se pusieran como ejemplo. Hablar de «corrupción pornográfica» puede ser eficaz para ser captado por los algoritmos que aseguran el éxito en las redes sociales, pero no para ajustarse a la realidad. El secretario general de UGT, Josep Maria Álvarez, definió este Primero de Mayo como el de la «exigencia de depuración de responsabilidades a los corruptos de este país». Insistimos: está en su derecho. Pero comete un olvido imperdonable: el caso de los ERE en Andalucía, un macroproceso que ha destapado un monumental fraude público cuyo importe se calcula en 130 millones de euros y en el que están encausados dirigentes de UGT, como también lo están en la estafa de los cursos de formación, que gestiona el propio sindicato, y que, según la Udef, alcanzaría los 3.000 millones de euros. Los sindicatos deben actuar con seriedad y no entrar en el bucle demagógico y populista al que les ha invitado Podemos. Los sindicatos no pueden jugar con un dinero público que se les ha asignado para defender los derechos laborales de sus afiliados y del conjunto de los trabajadores. Es legítimo que hablen de la mesa de negociación todavía abierta por el tema salarial y piden cerrar un acuerdo, pacto, por cierto, que la patronal daba por concluido pero que los sindicatos no querían sellar antes del Primero de Mayo. Los sindicatos reciben anualmente una subvención directa de 18 millones de euros, de los que 6.385.000 son para CCOO y 6.122.000 para UGT. Superior es, sin embargo, las subvenciones recibidas para gestionar los cursos de formación. En la partida de 2010 del Servicio Público de Empleo Estatal para este capítulo, UGT recibió 79,5 millones y 74,9 CCOO, sistema que cerró el actual Gobierno a pesar de la oposición sindical. También habría que contar el porcentaje sobre los ERE que negocian, que ronda el 3% de la indemnizaciones, o la parte que le corresponde por participar en organismos consultivos del Ministerio de Trabajo, por no sumar, además, el sueldo que las administraciones pagan a unos 9.000 liberados. Por lo tanto, convendría a los llamados sindicatos mayoritarios –UGT tiene 1.206.987 de afiliados y CCOO, 909.711– que emprendiesen ellos también su propia regeneración.
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