Sin Perdón
Los farsantes y los colaboracionistas
«España no se merece este Gobierno y no hay que asumirlo como si fuera una de las plagas de Egipto que no se pueden impedir»
El problema de España son los farsantes sin principios y los colaboracionistas que ayudan a aquellos que quieren destruirla. Lo sucedido en la Conferencia de presidentes autonómicos celebrada en Barcelona es una nueva muestra del efecto destructor que tiene el sanchismo sobre las instituciones. No hay día que no organice un lío o conozcamos nuevas noticias de las prácticas deleznables de las cloacas del PSOE. A este ritmo serán las mayores cloacas de la Historia. Es comprensible que Feijóo haya convocado una manifestación para que los españoles puedan expresar su rechazo ante la escandalosa situación que vivimos. Ha sido un indudable acierto dentro de la oposición seria, coherente y responsable que lleva a término. No espero nada de la servil izquierda mediática, muy bien engrasada con los millones que recibe de La Moncloa, y los medios de comunicación públicos controlados por comisarios políticos. Por supuesto, a sus socios y aliados les conviene un presidente del Gobierno debilitado porque lo manejan a su antojo y le sacan lo que quieren.
Lo sucedido con la Conferencia es una nueva muestra del disparate nacional. Hay cuestiones de forma y de fondo. La utilización de los idiomas cooficiales en sus respectivas comunidades como si fuera la asamblea de Naciones Unidas es un esperpento inclasificable. Es una concesión a los independentistas que solo se le puede ocurrir a Sánchez, porque es una consecuencia de su falta de principios y su obsesión por seguir en La Moncloa a cualquier precio. Lo primero es evidente, porque, una vez más, hace justo lo contrario de lo que decía no hace tanto tiempo. Lo que mejor define al sanchismo es que son una colección de farsantes. No se trata de un exceso retórico, sino la constatación de una realidad. No hay más que escuchar a Óscar López y Patxi López convertidos en botafumeiros de un político al que despreciaban y ridiculizaban. Lo mismo se puede decir de la mayor parte de sus cortesanos, así como de los conseguidores como el multimillonario Contreras y los reyes de los pepiñazos. Ahora ya no es «Pedrito el guapo», sino un gran estadista. Ni lo uno, ni lo otro. La mayor parte de los integrantes del frente antisanchista que querían destruirle ahora forman una legión de mercenarios con cargos públicos o tienen chollos con los que se enriquecen gracias al paraguas de La Moncloa.
El nivel del sanchismo está muy bien reflejado con la pintoresca mamporrera, el exministro aficionado a las prostitutas, el asesor que le conseguía la pasta y la colección de indeseables que les rodeaban. En estos siete años se ha sobrepasado cualquier límite para colocar a familiares y amigos, así como buscar chollos a costa del contribuyente. Es bueno recordar lo que decía Sánchez durante la moción de censura. Los propagandistas a su servicio insisten en que España va bien, aunque es delirante que lo adjudiquen a la política económica de un Gobierno que desde el primer día ha tenido economistas mediocres o burócratas como Calviño. La realidad es que es la consecuencia de un elevado déficit público, un crecimiento irresponsable de la deuda y el esfuerzo del sector empresarial. No me fío de los economistas que nunca han pagado una nómina y que son «hijos» de las teorías intervencionistas marxistas, socialistas o franquistas. A pesar de sus diferencias ideológicas, mantienen posiciones similares en el terreno económico que se trasladan al marco legal, el sistema laboral y el amor por el déficit y la deuda. Hasta mi perra Lolita sería una gran ministra de Economía o Hacienda si le dejarán gastar sin límite, endeudarse y no cumplir las reglas fiscales.
Por tanto, hay numerosas razones para salir este domingo a manifestarse contra un Gobierno de incompetentes, salvo excepciones como Robles, y sectarios que ni siquiera sirven al PSOE o Sumar, sino a Sánchez. No voy a quitarle méritos, ya que ha conseguido someter a los partidos de la coalición y cuenta con el apoyo de sus aliados, aunque sea a costa de debilitar el Estado de Derecho. La Cumbre de Presidentes presenta una cuestión de fondo, tras constar que Ayuso estuvo acertada rechazando el pinganillo. Sus compañeros hicieron lo mismo, aunque no salieran de la sala. Hubiera sido razonable que hubieran hecho una breve intervención inicial en catalán o vasco, para luego seguir en castellano. Lo que es incomprensible es que no lo hicieran. Nadie está en contra de la diversidad y la riqueza cultural de nuestro país, el problema es la sobreactuación de Sánchez con esta humillación al servicio de los independentistas.
La cuestión de fondo es que se organizó una reunión inútil por intereses estrictamente partidistas. Lo lógico hubiera sido un trabajo previo con comisiones multilaterales para cada uno de los temas y una vez concluidas convocar la reunión con una agenda y un debate amplio y fluido sin limitaciones absurdas. Es cierto que estas cosas aburren a Sánchez y no son útiles en su estrategia frentista. Lo único que le interesa es la confrontación. A esto hay que añadir que un buen número de sus ministras y sus ministros se caracterizan por preferir la política de partido a la gestión ministerial. La vagancia es la marca de la casa. Están volcados en hacer oposición a la oposición. Los que tengan alguna duda que miren sus brillantes biografías. España no se merece este Gobierno y no hay que asumirlo como si fuera una de las plagas de Egipto que no se pueden impedir. Los constantes ataques que recibe Feijóo de la izquierda política y mediática muestran tanto su desesperación como confirman lo acertada que es la línea que está siguiendo. Es el presidente que necesita España para acabar con esta etapa tenebrosa y recuperar el prestigio de las instituciones.
Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)