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Al portador

La Guardia Civil eléctrica

«Sánchez busca un chivo expiatorio para que el “Gran apagón” no le salpique, pero ahora no lo tiene fácil»

Gregorio Marañón (1887-1960), en su biografía psicológica de Antonio Pérez (1540-1611), el controvertido secretario de cámara de Felipe II (1527-1598), escribe –capítulo XXII– que «todos somos esclavos de nuestras culpas». Pedro Sánchez, quizá por eso, aunque no conozca ese texto, busca con desesperación alguien idóneo a quien culpar del desastre del «Gran apagón». Dispara contra todo lo que no está en su entorno y, por eso, ha alimentado las dudas sobre un ciberataque –descartado por los técnicos casi desde el primer momento– para después arremeter contra los «operadores privados». Pasarán meses, afirman los expertos, hasta que se dictamine con exactitud por qué ocurrió. Sin embargo, hubo advertencias que nadie quiso atender. Por ejemplo, los ingenieros de European Network of Transmission System Operators (Red Europea de Operadores de Sistemas de Transmisión) ya previeron un escenario similar, con «problemas profundos», y lo plasmaron en un documento que ha rescatado el economista y exeurodiputado de Ciudadanos, Luis Garicano.

Sánchez tiene muy cerca la respuesta que busca, pero quizá no le gusta. En la distribución de la energía eléctrica en España todo pasa por Redeia, la empresa –en teoría privada, pero controlada por el Estado–, que preside Beatriz Corredor, gran amiga del presidente, que dice que no piensa dimitir. Ambos coincidieron como concejales en el Ayuntamiento de Madrid y, desde entonces, su relación es excelente. El inquilino de La Moncloa podría tener la tentación de entregar la cabeza de Corredor, pero quienes lo conocen están convencidos de que no lo hará, al menos por ahora. Redeia, por otra parte, es «la Guardia Civil eléctrica», dicen en la propia empresa. Ninguna energía puede entrar o salir del sistema, en la red eléctrica, sin la supervisión de la dirección general de Operaciones de la compañía, un cargo que ocupa Concepción Sánchez y que requiere el visto bueno –en la práctica es quien lo nombra– del Ministerio de Transición Ecológica, que ahora encabeza Sara Aagesen y antes Teresa Rivera. Sánchez insiste en buscar un chivo expiatorio que le convenga, pero tampoco debería olvidar que «todos somos esclavos de nuestras culpas», como explicó Gregorio Marañón.