El domingo se celebra un gran acontecimiento en mi querida Asturias: el Descenso del Sella para personas con discapacidad. Una aventura deportiva, festiva y social que combina competición, tradición y espíritu de superación.

Gracias al impulso y compromiso de entidades como FEDEMA o la Fundación También, viviremos una jornada emocionante y transformadora; son el sonido de las gaitas asturianas y donde lo importante es el esfuerzo, la resiliencia y la alegría compartida.

Confieso que cada año me sigue apasionando participar. Sin embargo, este año una cirugía en la columna a la altura de la C5 me lo impedirá.

Iremos a apoyar a los participantes «desde la barrera». Es una cita obligada. Y de paso seguiremos animando a lo más poderoso, que es justo lo que no se ve: la actitud, la intención y el amor por la naturaleza, el deporte y las personas. Precisamente me preparé para la operación con plena consciencia de la importancia de ir con un cuerpo en buena forma física, una mente positiva y el alma llena con una certeza: todo va a salir bien.

Antes de entrar en quirófano, me preparé física y mentalmente (tengo la suerte de estar casada con alguien que se dedica justo a esto). Natación, ejercicio, alimentación consciente… pero también algo aún más profundo: meditación, música y oración.

La música es sanadora. Todo lo que sea regenerar y relajar nuestras células es positivo. Agradecí públicamente el poder de la oración, de la intención y del amor. Porque es infinito y universal y además pude sentirlo.

El descenso adaptado irá bien porque son muchos los profesionales que ayudan a ello. Los voluntarios salen con el corazón más feliz. Porque lo que reciben es mucho más grande: una lección de vida, un chute de gratitud y una renovada mirada hacia lo que es importante.

Mi suerte es que participarán mis hijos y sobrinos con niños con discapacidad. Esa felicidad en plena naturaleza, les acompañará siempre.