
El canto del cuco
Una jaula de grillos
Dicen que hay ministros cansados de disimular y de tragar carros y carretas. Y más de uno está quemado y teme que el servicio al «sanchismo» le pase factura en su vida futura sin coche oficial.
La última peripecia en torno a la subida oficial del salario mínimo ha puesto de manifiesto con estruendo las desavenencias dentro del Gobierno. Nada nuevo. La novedad consiste en dejar de disimularlo. A medida que avanza la legislatura hacia su liquidación, socialistas y comunistas muestran con más descaro sus diferencias históricas. Cada uno defiende su territorio. El «Gobierno de progreso» se ha transformado en una jaula de grillos. Unos y otros se empeñan en «ganar el relato» pensando en las elecciones. Todo lo demás es secundario. La complicada reconstrucción del endemoniado espacio de la extrema izquierda –Sumar, Podemos e Izquierda Unida– impide la componenda y el disimulo. Difícil resulta gobernar España si el presidente Sánchez es incapaz de gobernar el Consejo de ministros.
La dificultad aumenta hasta extremos inaguantables cuando ministros clave, como la vicepresidente o la portavoz, deben ocuparse preferentemente de los territorios que les ha asignado «el jefe» en un intento desesperado de recuperar el terreno perdido en Andalucía, Valencia, Aragón o Madrid. Una incompatibilidad de libro, salvo que las urnas estén a la vuelta de la esquina o falte poco para un amplio reajuste de Gobierno destinado a resistir en el retorcido tramo final sacando fuerzas de flaqueza. Dicen que hay ministros cansados de disimular y de tragar carros y carretas. Y más de uno está quemado y teme que el servicio al «sanchismo» le pase factura en su vida futura sin coche oficial. Son los que no entienden lo del fiscal general del Estado, los tratos con Bildu, las concesiones a los separatistas o la escandalosa degradación del Tribunal Constitucional. Les duele que, durante su etapa en el Gobierno, Transparencia Internacional haya rebajado el nivel de España a «democracia defectuosa». Y les preocupa el creciente acoso judicial a la familia del presidente y a su entorno político inmediato. Pero no tienen el coraje de dimitir.
Pedro Sánchez mantiene la servidumbre de los suyos con talante autoritario y fama de resistente y ganador. Le acompaña la leyenda de que aunque pierda, gana siempre. En vez de gobernar, le basta con demonizar a la oposición. A eso se dedica día y noche. Su misión consiste en impedir que los otros, que son los malos, lleguen algún día al Gobierno. Así se sostiene. El «grillerío» en el Consejo de ministros no le preocupa demasiado. Él está por encima. Cuanto más se enfrenten entre ellos, más dependerán de él. Eso mismo pensaba Franco y resistió hasta el final. ¿Por qué iba a ser él menos? El miedo y la mentira son las armas de todos los autócratas.
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