A pesar del...
Juventud, divino progresismo
Finalmente comprobarán que su paraíso igualitario ni es un paraíso, ni es gratuito, ni se establece sin violar los derechos y las libertades de las mujeres y los hombres
Una encuesta de Gallup sobre los milenials de EE UU, los nacidos entre 1980 y 2000, reveló que el 51 por ciento tiene una buena opinión del socialismo, y solo el 45 por ciento respalda el capitalismo.
Anna B. Faria, profesora de Economía en la Universidad de Colorado, destacó que un 22 por ciento apoyaba la abolición de la propiedad privada, «cifra que más que duplica la de cualquier generación anterior», y que incluso supera la de la generación siguiente. Los jóvenes no tienen ninguna duda sobre cuál es el problema más importante de su país: «la injusticia del sistema económico que favorece a los ricos» –The Independent Review, otoño 2022.
Sin embargo, la tesis de la doctora Faria es optimista: así como otras generaciones anteriores dejaron de apoyar el socialismo (la mía, sin ir más lejos), lo mismo sucederá con los jóvenes del presente o el pasado más reciente.
Su argumentación es la siguiente. Estas generaciones son las primeras que han nacido o crecido sin la amenaza de la Guerra Fría, y sin ejemplos cercanos de los crímenes comunistas, y al mismo tiempo con muchas redes que facilitan la promoción del sentimentalismo «woke». Esto facilita la fantasía sobre cualquier tipo de intervencionismo, desde la izquierda más radical hasta todas las variantes de la socialdemocracia. Ahora bien, lo que no puede hacer el socialismo es lograr que desaparezcan sus costes. Tarde o temprano salen a la luz, y entonces los jóvenes verán que lo temible no son las empresas privadas, sino la Agencia Tributaria. Y denunciarán la gran mentira de los socialistas de todos los partidos, porque los que pagan impuestos no son los ricos sino la masa del pueblo.
Es cierto que los jóvenes no interpretan el socialismo como el gulag sino como el Estado de bienestar. Pero el crecimiento de dicho Estado hace saltar por los aires la quimera con la cual se desarrolló, a saber, que era un sistema eficiente y barato, porque los ricos financiaban a los pobres.
En resumen, estos jóvenes, como ha sucedido siempre, dejarán de simpatizar con las ilusiones socialistas. Quizá más tarde que en las generaciones anteriores, pero finalmente comprobarán que su paraíso igualitario ni es un paraíso, ni es gratuito, ni se establece sin violar los derechos y las libertades de las mujeres y los hombres.
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