Quisicosas

Kadish mínimo

Ahora sabemos que fuiste abrazada y que tu familia ha muerto en el amargo sueño de darte una vida mejor

Mi querida niña, que sepas que no has sido en vano. Que, de tan levemente que has pasado por este mundo, has dejado huella honda. Benditos los guardias civiles que no han olvidado tu cadáver anónimo y lo han devanado hasta hallar la madeja de tu madre, que apareció ahogada en las costas de Baleares el 6 de abril. Ignoramos si eras Miriam o Aixa, Fátima tal vez, aquí también usamos esos nombres. Desconocemos si mamabas aún a tus ocho meses, o si habías aprendido a decir «papá» o «mamá» en esa patera que salió con ellos de Cherchel, en Argelia, y se hundió con quince personas frente a las costas españolas. Pero ahora sabemos que fuiste abrazada y que tu familia ha muerto en el amargo sueño de darte una vida mejor.

Bebita desconocida, qué angustia la noticia de tu cuerpo desmadejado en la playa de Roda de Bará, en Tarragona, donde mis niños jugaban en aquellos veraneos familiares. Tan rota estabas de las rocas y los peces, de las tintoreras y estrellas de mar, que te confundieron con un muñeco al ver tus pololos y tu abrigo y comprobar que te faltaba la cabeza. Sólo por las vértebras del cuello, que asomaban absurdas al sol, supo el alcalde Pere Virgili que eras de verdad, que eras un bebé encallado en la nada.

Nosotros disfrutamos de identidad, nombre y apellidos, amigos y conocidos que nos saben, adn, grupo sanguíneo y hasta un carnet y, a pesar de ello amanecemos tristes a menudo, inconscientes de lo lejos que estamos de ser un pedazo de carne varada en la arena. No soportaba que fueses anónima y fingiésemos todos que el mundo no era peor sin ti, que tu muerte era un viento sutil, un aire vacío, una nada. Y hablé con el alcalde y le sugerí que buscase un imán y un cura, para que rezasen juntos un responso. Decía mi padre que no hay cosa peor que morirse sin un padrenuestro.

Una extraña paz me ha invadido ayer al poder trazar tu pequeñísima biografía. Porque ahora tu mínima vida migrante hace sentido en nuestra mente asustada y se parece a las vidas nuestras, que son búsquedas también, entre un punto desconocido y otro. Qué corto tu camino, pero qué rotundo. Del parto al cielo.

Pequeña niña anónima, has sido querida. Por tus padres y sus colegas de trágica travesía marina, pero también por esos guardias que han tirado del hilo, empeñados en recuperarte la identidad robada por las caracolas. Rezo por ti, chiquitita. Me pregunto qué privilegio me ha sido dado para pasar más tiempo en este viaje que nos lleva al mismo sitio ignoto.