El buen salvaje
Un kit para sobrevivir en «Aventura en pelotas»
No tenemos protección alguna; solo hay que remitirse a la hemeroteca del Congreso el pasado miércoles
Hay que recuperar a Kitt, el coche fantástico, que tal vez nos podría salvar, siquiera en un delirio, y no el kit de Von der Leyen, esa mujer que parece un modelo tipo de peluquería. El peinado de la mandamás europea es moderno de tan «vintage» y tan antiguo que cuesta empatizar con ella, más conservadora en lo capilar que Margaret Thatcher, que al menos creó un estilo, la primera ministra que planchaba. Kitt (por su nombre, tan parecido a la palabra del año), MacGyver (por su capacidad para fabricar una pistola con una lata de sardinas, además de que su peinado sería intercambiable con el de Ursula) y George A. Romero, el director que inauguró lo zombi como género, son los últimos referentes culturales a los que asirse antes de alistarse en el pánico gamberro de película «slasher», esas de asesinos que persiguen a niñatos y que dan más risa que miedo, como «Pesadilla en Elm Street». Esa es nuestra guerra, un encadenado de despropósitos como los que acaban de leer. El rearme es un chiste flácido.
Lo que vive Europa es un apocalipsis de muertos vivientes en el que nosotros somos a la vez los difuntos y los vivos. Dejaremos que el devenir nos devore sin hacer nada más que protestar con la boca pequeña porque no nos cabe en la mochila lo que recomienda Europa. Aunque parezca que todo llega de fuera, «Scream», por ejemplo, el país con más paródicas historias de terror es España, por algo inventó el esperpento. Si lo que pasa en esas cumbres europeas en las que no sucede más que un entrar y salir de unos señores de una sala pidiendo las sales ya provoca un sopor diletante, enfervorecido, lo que ocurre aquí es que nos sentimos como en el «reality» «Aventura en pelotas», en el que los concursantes van desnudos buscándose la vida en una selva.
No tenemos protección alguna; solo hay que remitirse a la hemeroteca del Congreso el pasado miércoles. La comedia sanchista. Aquellos a los que les tocaría defendernos están paralizados, grotescos, como muñecos del museo de cera, sin apelar a la población para que se mentalice y sepa que alguna vez tendrá que mojarse el culo. El kit de Von der Leyen solo valdría para los concursantes de «Supervivientes» que han descubierto que lo bueno de pasarlo mal es que se adelgaza, ¿verdad, Terelu?, esa meta que solo alcanzan los ricos y algunos elegidos. Si alistarse conllevara una liposucción gratis, habría lista de espera. Somos cobardes, pero presumidos. Queremos ser guapos y tontos para no sentir dolor ni en el espejo.