Sin Perdón

Ministros al servicio de las mentiras

«Sánchez ha conseguido formar un gobierno con poco nivel. Es la profesionalización de la política en el peor sentido»

Hace un tiempo ser o haber sido ministro era un motivo de orgullo personal y prestigio profesional. A lo largo de los años he tratado a presidentes y miembros del Gobierno. Íñigo Cavero, tres veces ministro con Adolfo Suárez y catedrático de Derecho Constitucional, me dirigió mi primera tesis doctoral. Como presidente del Consejo social de la Universidad Carlos III, una de las mejores de España y referente mundial, he tenido el honor de suceder a Matías Rodríguez Inciarte, técnico comercial del Estado, que fue vicepresidente del grupo Banco Santander y el ministro más joven de la Transición. La lista es muy larga, pero refleja lo que significaba sentarse en el Consejo de Ministros y en lo que se ha convertido, desgraciadamente, con el sanchismo. Las decenas de ministros que he conocido tenían una gran categoría personal y profesional. Eran de diversos partidos, pero con Sánchez ha llegado la degradación más absoluta. Ha conseguido formar un gobierno, salvo alguna excepción, con muy poco nivel. No hay más que ver su formación y trayectoria. Es la profesionalización de la política en el peor de los sentidos.

Cuando Adolfo Suárez asumió la presidencia formó su primer gobierno que fue conocido despectivamente como de «los penenes», que era como se denominaba a los profesores no funcionarios. Fue una de esas tonterías sin fundamento e intentaba expresar su inexperiencia. Por supuesto, no se correspondía ni con las brillantes carreras académicas que habían tenido ni con las profesionales, aunque es verdad que no habían sido ministros con la dictadura. La realidad es que había dos tenientes generales, un almirante, un letrado del Consejo de Estado, tres abogados del Estado, un catedrático de Derecho Mercantil, un técnico comercial del Estado, un inspector de Aduanas, varios ingenieros del Estado y un registrador de la Propiedad. Los que crean que exagero al criticar el pintoresco criterio de selección de Sánchez les animo a que miren las biografías de los ministros y los altos cargos. En aquella época y con otros presidentes que le sucedieron, su preocupación era elegir a los mejores. Eran servidores públicos que no buscaban servirse de lo público como sucede actualmente. Todos ellos perdieron dinero mientras fueron ministros. Por supuesto, no había personas como María Jesús Montero, Óscar López o Pilar Alegría. Es una triste realidad.

Los ministros, los secretarios de Estado y los directores generales no tenían que montar chiringuitos para hacer de lobistas sin formación y pegar pepiñazos, no necesitaban vivir del partido o mendigar ir en una lista electoral. Esto explica por qué Montero, López o Alegría harían cualquier cosa para servir a Sánchez. Un día le pregunté a Suárez: «¿Por qué dejaste la presidencia del Gobierno»? Se sonrió y me contestó: «La situación era ingobernable, ya que tenían 24 miembros en el comité ejecutivo de UCD que se consideraban más preparados para asumir la presidencia del Gobierno». Fue un gran presidente y una persona de una calidad extraordinaria, pero es cierto que la dirección del partido estaba llena de personas de gran cualificación profesional y política. En cambio, con Sánchez han llegado al poder los mediocres y los sembradores de bulos. Lo primero es grave, pero lo segundo es esperpéntico. El líder ha consagrado la mentira como instrumento político y algunos ministros se dedican a sembrarlas con una desfachatez inaudita. No son ministros, sino auténticos hooligans. La última actuación ha sido impresionante, ya que han propagado el bulo de que un capitán de la Guardia Civil que trabaja en la Comunidad de Madrid se planteó acabar con Sánchez con una «bomba lapa» en su vehículo o contratando a un «sicario venezolano».

Óscar López, ministro a tiempo parcial y bocazas a tiempo completo, lanzó un mensaje en la red social X diciendo que «le exijo a Ayuso que cese inmediatamente al cargo público que fantasea con la muerte del presidente del Gobierno. A todos los que aman la democracia: pie en pared». En la operación para alimentar el bulo contra la UCO le acompañaron Pilar Alegría y María Jesús Montero. No es casualidad que el primero tenga que hacer méritos porque traicionó a Sánchez y las otras dos querían sucederle. Es muy poco serio tener ministros que mancillen su cargo, aunque hay que volver a la teoría de la manzana podrida. Lo que está haciendo Conde-Pumpido al frente del Tribunal Constitucional es la confirmación de que el sanchismo es una enfermedad que contamina las instituciones y convierte a sus titulares en personas sin escrúpulos y dignidad.

No estamos ante un suceso aislado, porque la siniestra actuación de López atacando a un oficial de la Guardia Civil secundado por la portavoz del Gobierno y la vicepresidenta primera es algo habitual. Sus ataques a Ayuso son una obsesiva patología que confirma su desesperación, al igual que su jefe, ante la fuerza de la presidenta madrileña. Alegría ha convertido las ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros en un espectáculo del disparate y la incoherencia. Por su parte, Montero se ha transformado en una activista obsesionada por la fuerza política y el prestigio de Juanma Moreno, ya que camina con paso firme a la derrota electoral. No creo que los españoles, sin importar las ideologías políticas, nos merezcamos tener ministros con tan poco nivel. El socialismo había gobernado con personas que daban la talla, aunque no compartiera sus ideas y criticara sus políticas. No eran una colección de garrulos, una vez más salvando excepciones como Margarita Robles o Carlos Cuerpo, cegados por la sumisión al líder y la obsesión por mantenerse en el cargo a cualquier precio. Una cosa es defender unas ideas, con mayor o menor vehemencia, y otra muy distinta es denigrar el cargo, insultar y mentir. Es otro de los legados que deja Sánchez a la política española y es lógico que provoque desapego social.

Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)