Con su permiso

Olores

Entre lo sucio, lo oscuro y lo inaceptable, nada un gobierno que parece sentenciado por lo mismo que le aupó

Maribel se sobresalta con la noticia de que algo huele a podrido en el Langreo de sus queridos y admirados compadres literarios Ricardo Labra y Miguel Munárriz, langreano también, adoptadísimo, aunque en su partido de nacimiento especifique que fue alumbrado en Gijón. La villa minera y literaria que a Maribel le han ensañado a querer está padeciendo el inesperado asedio de una nube de olores fétidos incolora e imprecisa. Nadie sabe de dónde viene ni dónde nace, y por tanto ni sus fronteras ni límites ni nada que permita ubicarlo y actuar contra ella. Lo ilustra, además, una invasión precisa y asquerosamente negruzca de moscas y mosquitos que hacen imposible permanecer a la intemperie demasiado tiempo. La atmósfera de Langreo, cuenca minera asturiana del Nalón, que sabe de aires de hollín y lucha, se ha convertido en misteriosa e irrespirable. Y, como decía la canción de Solera sobre su linda prima, «si lo primero conviene, lo otro creo yo que no».

La cosa se ha puesto tan complicada e inasible que por lo visto el Ayuntamiento está evaluando la posibilidad de contratar olfateadores profesionales para localizar y atacar el epicentro de la invasión. Una amiga suya langreana le ha dicho que el problema de contratar a ese personal estaría en lo alto de su precio, unos 20.000 euros. Lo cual da una idea del relieve y la importancia que tiene el ejercicio profesional del sentido del olfato. Los vecinos no lo ven tan claro y señalan a una compañía que se dedica al reciclado de plásticos en ese valle del Nalón. Pero el Ayuntamiento les responde que ahí no está el origen, que ya han inspeccionado la empresa y no han encontrado nada. Y además, que la ubicación de Langreo, arropada por las fronteras inapelables de la cuenca, no facilita precisamente la ventilación, que corra el aire. Se pregunta Maribel qué tipo de cualificación hay que tener para convertirse en olfateador profesional y en qué medida ese oficio, al que ella solo vería hasta el momento recorrido en el sector del vino o la hostelería o, como mucho la alimentación, puede resolver un problema que se ha enquistado y parece no tener vías de solución.

¿Se enfrentan a un imposible? No, claro. Tarde o temprano se descubrirá el origen. ¿A uno de esos fenómenos que nacen del maltrato a la tierra? Seguro. Pero el caso es que llevan ya más de dos años con eso en el aire y no hay forma de desprenderse de ello.

Sumida en la reflexión y un punto de solidaridad de tierra con sus paisanos, porque Maribel es asturiana del Oriente, convierte de repente esa desagradable situación en una metáfora que abre el foco sobre nosotros mismos. Seguro que le perdonan langreanos y langreanas, pero se pone a pensar quiénes podrían ser los olfateadores del clima de áspera confrontación a cuenta de la fétida atmósfera de corrupción que se está viviendo en la política española. La corrupción juzgada acabó con el gobierno de Rajoy y da la impresión, o eso le parece a Maribel, que la corrupción por sentenciar en la Justicia esta llevándose por el sumidero la política del viejo superviviente que no lo va a tener tan fácil para seguir flotando en el pantano al que vierten ya demasiadas cañerías. Entre lo sucio, lo oscuro y lo inaceptable, nada un gobierno que parece sentenciado por lo mismo que le aupó. Y, navegando en la metáfora, visto el ambiente y la dificultad para erradicarlo casi en cualquier época de la política española, se pregunta Maribel dónde está el origen profundo, la causa de que sea imposible acabar de una vez con ella. Y sólo encuentra la respuesta incómoda de que en este país el acceso al poder abre puertas oscuras que jamás deben traspasarse; que lo prometido cuando uno no vive en él no es deuda cuando lo alcanza; que desde tan arriba se contempla el mundo con una sensación de impunidad que el resto de los mortales, administrados todos, no somos capaces ni de imaginar. Algo así debe de ser. ¿Se puede tirar aquí de los olfateadores? No sabría dónde encontrarlos, por lo que quizá fueran más caros aún que los que están pensando llamar a Langreo. En un alarde de ingenuidad, pero como única vía posible, se le ocurre que podrían estar en esa parte de la política que no lleva en el poder demasiado tiempo y que prometió acabar con esa sucia impunidad en la que tienden a moverse (no todos, ni siempre, pero con cierta periodicidad y frecuencia) los partidos grandes, de estructura y gobierno. Pero estos nuevos habitantes del ecosistema político o sucumben o deciden mirar para otro lado no sea que vayan a perder posiciones. Le parece a Maribel que demuestra lo atinado de la aseveración el hecho cierto de que Sumar, esa izquierda que levanta la bandera de la honestidad y el buen hacer, se calle o, aún peor, otorgue, ante los Ábalos, fiscales generales o familiares beneficiados que vierten en la cloaca.

No quiere comparar ni quitar valor a lo que en Langreo siguen padeciendo sus paisanos, pero se le ocurre concluir a Maribel que va a ser mucho más difícil aventar definitivamente los olores de la política que limpiar el aire infecto del hermoso Valle del Nalón. Que ojalá lo consiga pronto.

Ilustración
IlustraciónPlatónLa Razón