Quisicosas

El otro niño

Ahí fuera hay un mecanismo bien engrasado para dar tarjetas de clínicas, evitar imágenes de ecografías y cobrar.

El médico asintió y le tendió la tarjeta de una clínica: «Los hijos tienen que ser queridos, ve de mi parte y te atenderán». Cada nimio gesto se ha grabado a fuego en la memoria de Jennifer. Imaginamos que abortan madres desamparadas y pobres, pero ella es tajante: «Lo que me empujó a abortar fue la soledad». Ahora trastea una niña a su alrededor. Española de Barcelona, Jennifer tenía 23 años en 2016, una pareja y un buen trabajo en el que acaba de ascender. Él no quiso el crío y el veredicto general coincidía en que eran demasiado jóvenes, que habría tiempo para hijos. Al menos quisieron hacerlo bien. De la primera clínica se marcharon porque vieron prisas, ir de inmediato al quirófano: «Pagamos 50 euros por la consulta. Mi chico dijo que en internet se difundía que tenían demandas por abortos ilegales». En un segundo centro, la tumbaron para hacerle una ecografía y se cuidaron de que no atisbase las imágenes de la pantalla. «Mejor que no veas», dijo la enfermera eficaz. «Supongo que no querían perder clientas», dice ella triste, recordando lo sucedido. Después vinieron los meses de pena, las lágrimas, el deambular en moto deseando caerse y desaparecer. «Doy fe de que el síndrome post aborto existe». Al otro lado del teléfono sólo atendía y consolaba Esperanza Puente de Red Madre, que también había abortado un hijo y sabía lo que es.

La pareja se deshizo a los cuatro años, por tanto dolor. Un mes después, Jennifer se da cuenta de que está embarazada de nuevo. Su terapeuta aconseja reflexión: «Esta vez decide tú. Que sea verdaderamente lo que deseas». Pero ha perdido el trabajo, no tiene medios, está separada. Se dirige a Proyecto Maternity, en Barcelona, y le brindan apoyo. «Estaba en paro, mi pareja no sabía lo ocurrido y era pre pandemia. Sin embargo allí estaban ellos. «Esta vez no estaba sola». La niña de Jennifer es su alegría, lo mejor que le ha ocurrido. El novio regresó con ella y encaran el futuro con decisión.

Pienso en el otro bebé, el que no pudo salir adelante ¿Quién responde de la soledad de Jennifer? ¿Quién en las clínicas, entre los jueces, en los ministerios y en esta sociedad que publicita el aborto sin cesar? A una media de cien mil abortos al años, los expertos calculan que España ha perdido dos millones de nacimientos desde que el aborto se hizo legal. Es difícil imaginar el talento perdido, la creatividad y el entusiasmo que toda esa gente hubiese aportado a nuestra vida. Ahí fuera hay un mecanismo bien engrasado para dar tarjetas de clínicas, evitar imágenes de ecografías y cobrar.