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La situación

Pleitesía a Carles Puigdemont

Hubo un tiempo en que Sánchez creía que le daba votos atacar a Puigdemont, y prometió traerlo a España para ponerlo a disposición de los jueces

Iniciar la temporada política con Puigdemont se puede analizar de varias maneras. Quizá Moncloa haya decidido dar un paso más hacia la reinserción política del prófugo en la normalidad democrática española, a pesar de que la Justicia aún no ha establecido que pueda ser amnistiado de todos sus delitos.

También se puede considerar, sin menoscabo de lo anterior sino como complemento, que Moncloa se aviene a rendir pleitesía a Puigdemont (una vez más, porque ya lo hizo Santos Cerdán en representación de Pedro Sánchez) con el objetivo de reblandecer al señor de Waterloo, y convencerlo de apoyar los Presupuestos Generales del Estado.

Igualmente, sin quebranto de lo antedicho, Sánchez podría haber iniciado así el proceso para asegurarse los votos de Junts en el Congreso para un nuevo intento de investidura si, después de unas eventuales elecciones generales, el reparto de escaños otorgara a Puigdemont el papel de casero de La Moncloa, como ya ocurrió en 2023.

La visita a Puigdemont del presidente de la Generalitat, el socialista Salvador Illa, es un capítulo más en la pretensión del líder del PSOE de convertir a un prófugo en un agente político estándar. Pero no con un objetivo altruista. Lo que a Sánchez le interesa de Puigdemont es la aportación que puede realizar a su cuenta de resultados parlamentarios.

Hubo un tiempo en que Sánchez creía que le daba votos atacar a Puigdemont, y prometió traerlo a España para ponerlo a disposición de los jueces. Pero después, reformó el código penal al gusto del prófugo. Los tiempos cambian. Y ese cambio es tan profundo, que ya asistimos con cierta normalidad –transida por el agotamiento, al repetirse episodios similares muy a menudo– al hecho de que un presidente del Gobierno decida comparecer en la televisión pública, que depende de la gestión del propio Gobierno, para acusar a algunos jueces de hacer política. Y que nos informe de que su determinación de seguir en Moncloa no estará en cuestión, ni siquiera en el caso de que el Poder Legislativo tumbe su proyecto de Presupuestos, después de dos años consecutivos sin presentarlos. Eso es gobernar con desahogo.