Apuntes
Sánchez, el deshumanizador deshumanizado
Deje de llorar, asumimos que usted está exento de cumplir su palabra
Cuando Pepa Bueno, veterana periodista, afirmaba que Pedro Sánchez estaba siendo víctima de una campaña de deshumanización extraordinaria, seguramente olvidaba que se sentaba frente a un personaje que no había tenido el menor empacho en vincular con el narcotráfico a un adversario político gallego, Núñez Feijóo, a sabiendas de lo que ha significado esa lacra para muchas familias de Galicia. Me dirán que, total, se trata de una mera insinuación maledicente, aceptable en la batalla pública desde el momento en que los propios ciudadanos saben interpretar los términos ficticios de la confrontación.
Puede que sea así, pero a mi modo de ver hay un trazo muy grueso entre la maledicencia y la maldad, la mala intención, que nuestro quejica presidente del Gobierno no tiene demasiado empacho en traspasar. Por lo demás, no hay tal campaña de deshumanización del presidente y, también a mi modo de ver, los periodistas no deberíamos utilizar tan alegremente expresiones acuñadas entre los peores horrores de la historia, que luego pasa como con lo del genocidio o lo de nazi, que cuando todo es genocidio o nazismo nada lo es.
Sí es cierto que a una parte de la sociedad española –las encuestas dicen que es una parte mayoritaria– el presidente del Gobierno no les cae nada bien, incluso, a algunos les cae muy mal. Gentes que no siempre expresan ese legítimo sentimiento con la educación y el distanciamiento cortés que se presume entre personas civilizadas. Ya me gustaría vivir en un país donde si un tipo te llama ladrón y corrupto desde la impunidad de la tribuna del Congreso, la respuesta sea un displicente mohín de desprecio y no un reconocible «me gusta la fruta» salido de la misma entraña. Pero, como decía el viejo chiste, ya se sabe que hay personas que no saben aguantar un puñado de avispas en un ojo y se revuelven cuando se sienten tocados en su honor. Y más cuando no se trata de una injuria, una infamia o una calumnia puntual, sino de la reiteración en el ataque. Décadas había aguantado Feijóo las referencias malevas con lo de la foto del narco hasta que saltó e hizo popularmente conocido lo de la red de prostíbulos de la familia política de Pedro Sánchez, que si lo juntamos con las sobrinas de Ábalos, la Carlota «que se enrolla que te cagas» y la colombiana «que está nueva», no es extraño que digan por ahí que si al PSOE le da por prohibir la prostitución se va a abolir a sí mismo.
Y, por otra parte, se nos queja de mal trato y campaña injusta la misma persona que se presentó a las urnas afirmando con falsarios aires de rotundidad que no iba a conceder la amnistía a los sediciosos nacionalistas catalanes y que nunca iba a pactar con los proetarras de Bildu. Unos lo llaman cambio de opinión. Otros, viendo los agasajos a Puigdemont y el doloroso espectáculo de Arnaldo Otegui perdonándonos la vida, lo tildamos de estafa electoral.
En fin, que asumimos que nuestro querido presidente está exento de cumplir lo que exigía a los demás –Presupuestos Generales del Estado–, que desde Ramón y Cajal no ha habido en España persona más acreditada para ejercer una cátedra que Begoña Gómez y que España va como un cohete, pero, por favor, que deje de llorar. Que es muy cansino.