Apuntes
Un poco de colonialismo para Gaza
El modelo no funcionó en Afganistán, pero puede hacerlo en Gaza si los palestinos aceptan la derrota
Que el plan de paz de Trump para Gaza lo ha redactado un inglés, dicen que el ex premier Tony Blair, salta a la vista porque no es más que un trasunto de la imposición del orden colonial británico en aquellos territorios donde la exterminación del indígena era problemática por su número y organización social previa o porque no convenía a los intereses económicos de la metrópoli. Ejemplos clásicos son Australia y la India, aunque hay otros donde los perfiles no están tan diáfanos, como puede ser Canadá. Con ligeras variaciones, la fórmula de crear un núcleo occidentalizado, incrustado en el seno de una cultura naturalmente refractaria a las ideas y formas de vida social del ocupante, se intentó en Afganistán con el resultado que todos conocemos. Ni los miles de muertos propios, ni el dineral gastado en sostenimiento del nuevo gobierno ni los miles de millones invertidos en infraestructuras, formación militar de un nuevo ejército, organización de una policía local a estilo occidental, fomento de la Prensa y la Televisión independientes, y educación pública sirvieron para nada en cuanto al incalificable Biden le dio por negociar con los talibanes y retirarse. Todo lo montado por Occidente cayó como un castillo de pesadas losas de hormigón sobre la población, especialmente las mujeres jóvenes, que había confiado en las promesas del ocupante. Se nos dirá, y es cierto, que el experimento neocolonial en Gaza parte con dos triunfos en la baraja nada desdeñables. El primero, las características físicas del territorio, pequeño y confinado por sus vecinos, y el segundo, que el garante de la seguridad exterior y del control de fronteras será Israel, que no tiene intención de irse a ninguna parte. En lo primero, hay que estar de acuerdo; en lo segundo, la eficacia israelí para impedir la entrada de armamento, materiales de construcción de túneles y electrónica de uso militar a la Franja fue y es muy discutible. O se cuenta con que Egipto no venderá la seguridad de los israelíes en el mercado de la corrupción, como hasta ahora, o ya puede esa Junta de Paz de Trump ponerse las pilas y desplegar un sistema de control fronterizo decente o, al menos, mejor que los europeos, coladeros de inmigrantes irregulares y de todo tipo de tráficos. Por lo demás, el proyecto depende, a corto plazo, de que Hamás esté dispuesto a desaparecer como entidad política y, sobre todo, social dominante en Gaza, y, a largo plazo, de que los gazatíes no antepongan su, digamos, particular idiosincrasia a la realidad de una vida mejor, con oportunidades económicas, servicios públicos y tranquilidad, donde los barbudos no te digan hasta lo que debes pensar, bajo pena de muerte. Mucho me temo, y ojalá me equivoque, que los de Hamás, acorralados y en las últimas, interpreten la oferta de Washington como un triunfo de su estrategia habitual de golpear a Israel y poner a la población local de escudo hasta que la presión internacional, horrorizada por los efectos de la guerra, obligue a los judíos a retirarse. Un proceso de tregua, reconstrucción, rearme y vuelta a empezar sin solución de continuidad. Y hay que ponerse en lo peor porque los palestinos, desde 1948, nunca han perdido la oportunidad de perder una oportunidad, como dice el dicho común en Oriente Próximo.