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El trípode del domingo

El porqué de esta gran atención por León XIV

Es el ansia de trascendencia del alma humana, que actualmente aflora

Transcurridos tres días de la elección del cardenal estadounidense con doble nacionalidad peruana Robert Francis Prevost Martínez como el Papa León XIV; 267 sucesor de Pedro; Sumo Pontífice, Vicario de Cristo, y Obispo de Roma, la actualidad informativa sigue centrada en su persona y en el Vaticano. Un primer balance apunta a una aparente y flagrante contradicción; que, en un Occidente tan alejado de Dios, tan descristianizado, primero la enfermedad y fallecimiento de Francisco, seguida ahora del cónclave sucesorio, acapare la actualidad informativa desde hace ya prácticamente tres meses. Es indudable que dirigentes como Trump, Putin, Xi Jinping, Zelenski, Merz, Starmer, Macron…han pasado a un segundo plano de la atención informativa internacional ante León XIV. Si además tenemos presente que el Estado de la Ciudad del Vaticano es apenas el único y minúsculo territorio donde el Papa ejerce su soberanía territorial, y que carece de riqueza económica propia, sea industrial, agraria, etc., hay motivos para una adecuada y oportuna reflexión al respecto. Ya que, según los criterios humanos y políticos mundanos al uso, estos acontecimientos no deberían haber atraído la atención más allá, si acaso, de una gacetilla de una línea y un día en la prensa escrita, y como vemos, sucede absolutamente todo lo contrario. La razón estriba en la naturaleza de la Iglesia, cuya finalidad no es la de conseguir el mayor poder, influencia y riqueza en este mundo, como es lo común en los múltiples Estados que pueblan el planeta Tierra con sus respectivos dirigentes, sino que su finalidad es espiritual. Y en ella radica precisamente la prueba más evidente de la condición y la auténtica naturaleza humana, dotada de cuerpo carnal mortal y de alma espiritual e inmortal, al haber sido creados por Dios «a su imagen y a su semejanza». Esa condición de la persona humana la dota así en su código genético de un anhelo de trascendencia que puede estar atenuado u oscurecido temporalmente por las miserias y fragilidades humanas, pero que es consustancial a ella. La fe en Jesucristo y el Evangelio predicado por Su Iglesia son las raíces de nuestra cultura y civilización y en momentos singulares de la vida individual o de la colectiva reviven y afloran instintivamente. Como es el actual momento que en especial vive el mundo occidental cristiano. León XIV es agustino, y el gran San Agustín de Hipona, escribió en la famosa obra de sus Confesiones: «Nos has creado para Ti Señor, y nuestro corazón esta inquieto y no descansa hasta que repose en Ti». Es el ansia de trascendencia del alma humana, que actualmente aflora.