Letras líquidas

Pos Berlusconi

Ahora, en la despedida de Silvio Berlusconi, podríamos decir que con él empezó todo.

Quizá podría fijarse en Perón, y su correspondiente «ismo», el culmen de los movimientos populistas en América Latina. Esos que tan gráficamente describe Carlos Granés ya desde el título de su ensayo «Delirio americano», en el que recorre el siglo XX y retrata a los líderes que decidieron el destino de Latinoamérica a golpe de gobiernos inestables y acaudillados. Ejemplos hay muchos junto al de Argentina, pero pocos resumen con tanta certeza y precisión ese estilo de gestión de maleabilidad máxima, a merced de intereses concretos, de carácter personalista, incluso rozando el histrionismo, y capaz de modular la verdad hasta dejarla irreconocible. Peronismo como icono: metáfora misma de la demagogia. Y ese mal que parecía lejano, adscrito a una idiosincrasia, un día, cruzó el Atlántico para instalarse en el continente europeo.

Ahora, en la despedida de Silvio Berlusconi, podríamos decir que con él empezó todo. Precursor del chamanismo más descarnado en política, de las soluciones simples a problemas complejos, de la confusión entre lo cierto y lo recreado, como adalid prematuro de la posverdad. «Il Cavaliere», en la vanguardia del populismo en el Viejo Continente (y por extensión en Occidente): la demostración de que aquí también era posible. Instituciones sólidas, tradiciones democráticas asentadas, sostenidas por siglos de historia, mecidas al vaivén de impulsos agitadores, próximos al «show». La conmoción social de la Italia de los 90, atravesada por «Mani Pulite», fue terreno fértil para que una corriente que debiera ser atípica en los estados de Derecho se normalizara y terminara encontrando acomodo en otros países y otras ideologías: confirmando que es más una forma que un fondo. Su propia naturaleza escurridiza, adaptable y flexible le permite aferrarse al poder y sus alrededores allá donde consigue llegar. En América Latina, décadas después de sus inicios, aún se busca un final para ese «delirio» político, ¿lograremos en Europa salvarnos del legado de Berlusconi?