Tribuna
Prevenir y curar
Difícil recomponer la situación, cuando se persiste en errores no solo de hoy sino de ayer, como las arrinconadas presas del Júcar, el cierre de las nucleares o el acelerón de las renovables.
Sabio nuestro refranero: «Mejor prevenir que curar».
Ya son muchos los problemas que afrontan quienes deben curar ante quienes debieron prevenir. La situación que viene repitiéndose con cada crisis, no es solo grave, sino que –peor– parece irreversible. No podemos estar orgullosos de la gestión de la pandemia, ni de la Dana valenciana, ni del grave apagón de las eléctricas. Tampoco, incluso, de nuestros problemas diarios, como el de las infraestructuras ferroviarias. ¿Qué nos pasa?
Sobre la base de una falta de convivencia política que sería necesaria para abordar con serenidad los problemas, hoy se prioriza localizar un chivo expiatorio y desacreditar a la formación política de enfrente. Se crea un relato prefabricado, que repiten a coro los más aguerridos de la formación, recordando tragedias anteriores. ¡Como si una llaga del pasado sirviese de cura y consuelo a quienes se quedaron a oscuras doce horas o se han encontrado prisioneros en un vagón de tren, otras tantas! Y se nos habla a «media lengua», se constituyen comisiones que no llegan a nada y se llega a Europa buscando más que la solución, el mayor desgaste del otro. Todo, menos superar errores y accidentes.
En la ofensiva yihadista de Londres del 7 de julio de 2005, quien habló a la ciudadanía fue, uniformado, su jefe de Policía, el experto. Y la ciudadanía le creyó. Había tomado nota de los errores de gestión de un honesto Ángel Acebes, ministro del Interior el 11-M, cuando un trágico asesinato de inocentes, derivó en una grave confrontación política, que condicionó unas elecciones tres días después.
Pues ahora con el apagón, hemos repetido el error. ¿No saben ciertos políticos que carecen del crédito y opinión necesarios para hablar a una ciudadanía adulta? Recordaría Antonio Machado a estos políticos metidos a expertos energéticos: «Dijiste media verdad; dirán que mentiste dos veces, si dices la otra mitad». William Blake a la vez advertiría: «Estad siempre dispuestos a hablar con franqueza y evitaréis la compañía de hombres ruines». Sí, porque en estas crisis, aparecen hombres ruines. No necesito recordar nombres.
Tengo claro que la situación en la que nos encontramos, necesita servidores de estado con la visión de futuro suficiente para asumir ideas de otros que busquen el bien común, que antepongan este, al de su propia formación política. Esto solo se consigue reforzando los valores del honor, la lealtad institucional y el patriotismo. Bismarck nos recuerda: «El buen político es aquel capaz de pegar la oreja a la hierba, para advertir a tiempo el sentido del galope de los caballos de la Historia». No entraba en su definición la prioridad de descalificar o insultar al contrario.
Tres sencillos ejemplos, dan luz –nunca mejor dicho– a la oscuridad que envuelve esta necesaria virtud de prevenir: La isla canaria del Hierro consiguió ya hace unos años, una autonomía energética envidiable, aprovechando sus frecuentes vientos y almacenando reservas gracias a un inteligente sistema de trasvases de agua embalsada. (1)
También Oseja de Sajambre, un enclave leonés escondido entre montañas, y San Vicente del Monte, aldea cántabra, continuaron con su vida normal cuando toda la Península se apagó. Ni suerte, ni casualidad, dicen. Imagino que con experiencias negativas –debieron ser duros sus años de postguerra– aparecieron personas capaces de diseñar y construir como en Ojeda un sistema de tres minicentrales hidroeléctricas (2) aprovechando el caudal de los arroyos que bajan del Alto Sella o montar, como en San Vicente, una batería de litio que actúa como respaldo inmediato ante cualquier corte de suministro. Las tres soluciones tienen un mismo principio: anticiparse. «No hay heroísmo, dicen, en ninguna de las tres historias, sino decisiones técnicas pensadas para que la vida insular o rural no se apague con la primera avería».
Bien sé que estas decisiones técnicas son preceptivas en hospitales, aeropuertos y centros neurálgicos del país. Como sé que la función de Red Eléctrica, gestionando hidráulicas, nucleares y renovables, interconectadas con Francia, Portugal y Marruecos, no es sencilla. Más razón para pensar que quienes deben dar explicaciones son los técnicos, los que anticiparon semanas antes los riesgos, los que resolvieron en doce horas la grave crisis. Por inteligente que sea una Registradora de la Propiedad, difícilmente puede asumir estas responsabilidades técnicas. Es más, puede entorpecerlas al politizarlas al servicio de un partido, al desviar los esfuerzos de sus técnicos preparando informes urgentes y sin la necesaria fuerza moral, beneficiaria de un sueldo 180 veces superior al medio de sus trabajadores.
Difícil recomponer la situación, cuando se persiste en errores no solo de hoy sino de ayer, como las arrinconadas presas del Júcar, el cierre de las nucleares o el acelerón de las renovables. Pero, hay que recomponerla.
(1) Güeyu de Zalambral (¡bello nombre!), San Pedro y Ribota. (2) Una mala gestión, teñida de falso ecologismo, ha desaprovechado la tramontana en Menorca.
Luis Alejandre Sinteses general (r). Academia de las Artes y Ciencias Militares.