Escrito en la pared
Productividad, productividad, productividad
Sánchez ha concertado con Díaz una política económica que no se aparta de la senda que mantuvo en los anteriores mandatos, salvo por su mayor afán estatalizador y su obcecación redistributiva
Una de las anécdotas que se cuentan acerca de ese gran economista español que fue Fabián Estapé, referida a su etapa como Comisario Adjunto del Plan de Desarrollo allá por el comienzo de los años setenta, es aquella que narra cómo reunió en su despacho a todo su equipo y, después de poner en la mano de sus colaboradores un vaso de whisky –una bebida a la que era muy aficionado–, les dijo: «Ya sabéis: productividad, productividad, productividad». Estapé era consciente de que, aun cuando la productividad había crecido mucho en España durante las dos décadas precedentes, era necesario que el país siguiera en ese proceso si quería progresar para acercarse a los niveles de vida prevalentes en el ámbito europeo. En aquella época el PIB por habitante de España había llegado a un nivel equivalente al 83 por ciento del promedio de los países que ahora forman parte del área del euro. Pero la crisis del petróleo, tras la guerra de Yom Kippur que enfrentó a Israel con los países árabes, tuvo un efecto muy negativo en el desarrollo económico español, cuyo retroceso relativo fue muy profundo y tardó dos décadas en recuperarse, de manera que en 1995 estábamos a la misma distancia de ese promedio que en 1975. Después vino la política de estabilización, privatización y liberalización que lideró Aznar y que, al finalizar su mandato, dejó el PIB per cápita relativo casi diez puntos por encima de la mencionada cifra. Con Zapatero al frente no se progresó nada en este aspecto y cuando llegó la crisis financiera en media docena de años se volvió al 83 por ciento. El gobierno de Rajoy logró finalmente recuperar cuatro puntos, que se perdieron inmediatamente tras la toma de posesión de Sánchez. Y así, hoy estamos en la misma cota que hace casi medio siglo.
Sánchez ha concertado con Díaz una política económica que no se aparta de la senda que mantuvo en los anteriores mandatos, salvo por su mayor afán estatalizador y su obcecación redistributiva. Pero la productividad está ausente de esos planteamientos. El consejo de Estapé –que requeriría vigorizar sobre todo la producción material, agraria e industrial– ha caído en el olvido. Vamos así por el camino equivocado.
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