Las correcciones

Putin se equivoca de enemigo

Para el terrorismo yihadista Rusia es una potencia occidental y cristiana como EE UU

«Perseguiremos a los terroristas en todas partes (...). Si los pillamos en el retrete, perdón, los mataremos en el retrete». Esta es una frase legendaria pronunciada por Vladimir Putin a su llegada al poder en 1999. La Rusia de entonces combatía contra el separatismo checheno en una de las guerras más encarnizadas contra el terrorismo. De todos esos lodos vienen estos barros. Rusia cuenta con un largo y sangriento historial de atentados terroristas. Las estadísticas nos enseñan que ha sido uno de los países más golpeados por el terrorismo islamista. Con cifras comparables, aunque por debajo, a las de Estados Unidos. Seis de los 20 atentados más mortíferos ocurridos en todo el mundo durante el último medio siglo se han perpetrado en suelo ruso. Los atentados contra las Torres Gemelas en 2001 abrió un paréntesis de cooperación entre Estados Unidos y Rusia para combatir el terrorismo yihadista. Todo cambió en 2008 con la guerra en Georgia. La manía persecutoria de Putin con la OTAN convirtió erróneamente a Estados Unidos y la UE en sus enemigos. Pero esta paranoia no ha borrado el hecho de que para el terrorismo yihadista Rusia sea una potencia occidental y cristiana.

El Estado Islámico del Gran Jorasán(la filial en Asia Central también conocida por sus siglas EI-J), no dio a Putin ni una semana de gracia tras su quinta reelección y sacudió con fuerza el corazón de Moscú. No es la primera vez que los islamistas atentan cerca de unas elecciones. España ha conmemorado este año el 20 aniversario de los trágicos sucesos del 11 de marzo. Los terroristas buscan desestabilizar al máximo las sociedades en las que actúan por ello tratan de cometer sus atentados durante los grandes acontecimientos.

El ataque contra Crocus City Hall siguió el modus operandi de los terroristas en París en 2015. Los objetivos declarados de este «Bataclán ruso» no eran otros que los cristianos «enemigos del Islam» y los autores no llegaron de desiertos remotos ni montañas lejanas, menos aún de la vecina Ucrania, sino del aliado Tayikistán. Resulta doblemente vergonzante para el presidente ruso puesto que ignoró públicamente la alerta emitida por la inteligencia norteamericana sobre la amenaza de un atentado inminente. Los islamistas radicales tienen muchas razones para atacar a Rusia a pesar de que a Putin le convenga insistir en la autoría ucraniana. De la tradicional discriminación a las minorías musulmanas, al sostén del régimen de Bachar Al Asad, que expulsó al Estado Islámico de su califato de Siria, o la lucha actual contra los yihadistas en el Sahel pasando por su acercamiento interesado a los Talibanes en Afganistán en detrimento del EI-J.

Pero en vez de concentrarse en el terrorismo, Putin ha elegido enfrentarse a sus hermanos ucranianos dejando el país a la intemperie. La guerra moviliza los esfuerzos de los servicios de seguridad y reduce necesariamente su vigilancia frente a los yihadistas. No hay recursos para todo. Desde hace años, además, los servicios de inteligencia internos rusos han priorizado la persecución a los activistas liberales «subversivos» como muestra la abrupta muerte del opositor Alexei Navalni en el Ártico. Nadie en Rusia cree que Ucrania pueda estar detrás del atentado de Moscú pero Putin insiste en buscar una conexión. «Tiempos locos», resume, resignado, un amigo ruso.