Cargando...

Tribuna

Quien tiene casa de vidrio, no arroja piedras

Por motivos políticos e ideológicos, la UE ha decidido sustituir una fuente de energía accesible, abundante y competitiva por otras que no lo son

Quien tiene casa de vidrio, no arroja piedrasRaúl

El desarrollo de la guerra en Ucrania, claramente desfavorable en estos momentos a los intereses occidentales, ha incrementado de manera drástica los temores de los Estados miembros de la UE más cercanos a las fronteras de la Federación Rusa. Esta situación quedó recogida en la escueta declaración de la Cumbre de la OTAN en La Haya. Las condiciones exigidas por la Administración Trump para alcanzar el 5% del PIB en gasto militar en 2035 recibió la aceptación –con permiso de España– de todos los países aliados. A pesar del elevado costo económico y político –asumir una posición de vasallaje no es cosa menor–, el resultado de la cumbre fue defendido por las élites políticas atlantistas comunitarias como algo positivo, porque logra postergar, supuestamente, la amenaza de la eventual ruptura del vínculo euroatlántico. Esto les permite seguir ganándole tiempo a la presidencia del refractario Trump, a la espera de que lleguen aires más propicios desde el otro lado del Atlántico.

Consciente del desespero de los europeos, Trump está tratando de obtener de éstos todo tipo de concesiones. Por ejemplo, el compromiso del 5% del PIB alcanzado en La Haya conducirá a una salida masiva de capitales desde la UE hacia EE. UU. en concepto de compra de material militar. Así, a la elevada factura que los países comunitarios pagan a los proveedores no tradicionales de energía se le tendrá que añadir durante la década siguiente la detracción de recursos públicos que se destinaban a sostener los pilares del Estado de bienestar y que ahora empezarán a inyectarse en los sectores del estamento militar.

El empobrecimiento de los hogares europeos y el subsiguiente descontento social se da casi por descontado. Las cadenas de producción y de consumo se han visto alteradas. Desde el sector agrario hasta las empresas transformadoras, pasando por los transportistas, sufren el encarecimiento del coste de producción debido al aumento de los precios de la energía. Y si bien es cierto que el 5% anual que se destinará a defensa impulsará la creación de empleos directos e indirectos, no es menos cierto que con ese mismo presupuesto se crearían muchísimos más lugares de trabajo en sectores críticos como son educación, sanidad, transporte o vivienda. Tanto si se trata de la defensa europea en el marco comunitario como si es el pilar europeo de defensa dentro de la OTAN, los Estados miembros de la UE quedan entrampados en una situación geopolítica que los consume. ¿Tiene futuro el proyecto comunitario bajo el esquema de dependencia múltiple (militar, energética y comercial) que propone EE.UU.? Uno incluso puede intuir los gestos de burla o de asombro de China y Rusia.

En el plano militar, los países europeos parecen pasar de delegar su defensa en EE.UU. a pagarle a este país para hacerse cargo ellos mismos, los europeos, de su propia seguridad. Lejos de encaminar a la UE hacia el establecimiento de una defensa europea, con una industria militar propia, lo que hacen es agudizar la relación de dependencia estructural respecto de los estadounidenses en el corto y medio plazo.

En materia energética, la diversificación es un elemento crucial para ganar autonomía estratégica. Sin embargo, lo que hace la UE no parece diversificación, sino sustitución. Por motivos políticos e ideológicos, ha decidido sustituir una fuente de energía accesible, abundante y competitiva por otras que no lo son. Se trata de una decisión política legítima, pero poco racional por donde se mire. Aunque esta decisión pueda encajar con el enfoque de ciertos países comunitarios como Polonia, Lituania, Estonia y Letonia –partidarios todos ellos de la agenda geopolítica anglosajona–, es dudoso que en el largo plazo atienda los intereses de Alemania, Francia e Italia, las tres principales economías de la UE. Pues, mientras que los contratos de suministro de hidrocarburos que vinculaban a los primeros con Rusia vencieron en 2022, los de los segundos vencen entre 2032 y 2036.

Desde la perspectiva estadounidense, tiene todo el sentido del mundo cruzar los ámbitos energético, militar y comercial. Es un país que tiene recursos energéticos, industria militar y busca mayores cuotas de mercado. Para los países comunitarios la cuestión es muy distinta. Carecen de autonomía energética y de industria militar. En consecuencia, ¿es posible una industria militar europea eficiente sin acceso a fuentes de energía accesibles, abundantes y competitivas?

Tras dieciocho paquetes de sanciones, los europeos no solo son más vulnerables en cuestión de energía, sino que no han logrado interrumpir la capacidad rusa para exportar sus productos energéticos. Ante esto, algunos países comunitarios han sentido la tentación de desestabilizar el mar Báltico, por donde pasan diariamente unos 2000 buques grandes (el 15% del comercio mundial). En geopolítica es preciso saber que, quien tiene casa de vidrio, no arroja piedras.

Youssef Louah Rouhhoues analista de asuntos internacionales